Visitas

Los dulces de Pampín


En el dibujo aparece una conocida escena del verano sanluqueño: bañistas que acuden a comprar los famosos dulces de la confitería Pampín, que en carritos tirados por vociferantes vendedores, surcan la playa pregonando su mercancía: "¡Pasteleeeesss, cuñaaasss, carmelas…!".
De origen español, Eddie Pons es un gran dibujante actual, colaborador en periódicos franceses especialmente. Ha trabajado varios años como periodista de France 3 y hoy sus trabajos se publican periódicamente en la Plaza y Le Paysan du Midi. Conocido dibujante taurino, publicó en 2007 "Escenas de Arenas", y también es director de cortometrajes. Pero me llama la atención por ser un enamorado de Sánlucar de Barrameda y por saber captar en sus dibujos la esencia de su mercado, de sus calles, de sus gentes y, como no, de su playa.
Pons retrata esta costumbre de degustar dulces por las tardes. Una costumbre que reconocía el propio infante Antonio de Orleáns en una carta dirigida desde su exilio en Francia a su administrador Antonio Tomás, aunque dejando claro su preferencias en este tipo de repostería:
París 26 febrero 1925
Tomás:
Ayer tarde recibí la caja donde venían las aceitunas, que por cierto tienen un poco el gusto de rancias a pesar de ser hermosas. Venían en la caja un cartón conteniendo bizcohos ordinarios como se encuentran en todas partes y que no es lo que yo le pedí a Ud. que eran bizcotelas y que se conocen bien en Sanlúcar. Sobre todo las de las monjas y no las que hace Pampín y que yo tomaba siempre con chocolate (...)

La Calzada de Sanlúcar


Todas las grandes ciudades de veraneo han contado siempre con un paseo importante, como el de la Concha en San Sebastián, el de los Jardines de Piquío en Santander, o el de los Ingleses en Niza.
La Calzada de Sanlúcar de Barrameda es un hermoso paseo con vistas al final del Coto Doñana y del río Guadalquivir. Como señala el académico Isidro García del Barrio en sus álbumes “Estampas sanluqueñas” fue el gran paseo de las épocas de mayor esplendor del veraneo en esta ciudad; y que tuvieron sus ocasiones principales a principios del siglo, de 1900 a 1906, y entre 1915 y 1925. Entonces Sanlúcar de Barrameda po su veraneo llegó a ser titulada como la “San Sebastián del Sur”.
El paseo sanluqueño de la Calzada, denominada de la Reina Mercedes hasta 1931, tiene su origen en el camino empedrado que unía la playa con la ciudad, y que facilitaba el transporte hasta la Aduana de las cargas desembarcadas por barcas y lanchones.
A partir de 1794, se construyó un paseo peatonal lateral, y en 1901 adquiere la configuración actual con un paseo central, dos carreteras laterales y varios andenes. Concretamente el 20 de agosto de 1901 se inauguraron las obras de remodelación de la Calzada y pasó por allí en procesión la Virgen del Carmen, que haría por primera vez un itinerario por la playa además del marítimo.
A principios del siglo XX, la Calzada de Sanlúcar presentaba un hermoso arbolado, tenía un tranvía que llevaba a los veraneantes a la playa y situados a ambos lados del paseo se disponían kioscos y casetas. En la foto se ve, a la izquierda, el Shanghai de la Infantona junto a otras casetas de casinos y sociedades recreativas.

El pleito del collar


Lo que se conoció como "pleito del Collar" se refiere a la extraña peripecia que aconteció con un histórico collar de perlas que infante don Antonio regaló a la vizcondesa de Termens y su reclamación posterior.
El collar de perlas sería uno de los que poseyera la infanta María Luisa de Borbón, hermana de la reina Isabel II y casada con el duque de Montpensier. En la escritura de testamentaría que otorga a su hijo el infante Antonio en 1898 se relacionan entre las alhajas los siguientes aderezos de perlas:

1. Collar de tres hilos con doscientas catorce perlas néctares.
2. Broche para el mismo gran perla con cerco de brillantes.
3. Brazalete de tres hilos con noventa y cinco perlas y broche gran perla concerco de brillantes.
4. Par de aretes perlas en su estuche.
5. Peineta con once perlas y cerco de brillantes...


Cuando su relación sentimental se rompió en 1914, Antonio de Orleáns acuciado por las deudas presentó en 1919 denuncia por la pérdida del mismo en un juzgado parisino señalando que estaba en poder de la Infantona y que sospechaba que lo guardaba en la caja fuerte de un banco.
Sin embargo, la vizcondesa de Termens declaró que el Infante le vendió en 1904 una parte de las alhajas de su madre, la duquesa de Montpensier. El collar figuraba entre ellas, con 106 perlas y se valoró en 225.000 pesetas, y que el infante lo recobraría en 1905, mediante el pago de la misma suma. Cuatro años después, aquél revendió de nuevo la alhaja a un joyero parisino, que en 1909 se la traspasó a la declarante. Añadía la Vizcondesa que el Infante le administraba sus bienes, hasta que en 1911 hubo de retirarle la autorización por irse ella a casar. El Infante dio su asentimiento, y de su puño y letra redacto el inventario de las alhajas de la Vizcondesa, entre las que figura el collar.
En 1920, el el juez instructor parisino M. Cruz resolvió sobre el pleito del collar. En su fallo reconoce que la vizcondesa de Termens compró el collar de perlas materia de litigio al joyero M. Tonnel, establecido en París en la rue de Paix, 12. Y admite la validez de la compraventa en virtud de la factura presentada de por la cantidad de 150.000 francos, hechos que fueron reconocidos por el propio Infante que también declaró que jamás había estado en su ánimo injuriar, ni calumniar a la Vizcondesa, la que a su juicio había procedido de buena fe y completa lealtad.
Los interesados acataron la resolución del Tribunal y convinieron posteriormente que la Vizcondesa vendiese, de nuevo, el collar al Infante. Así pues quedaba claro, que la Infantona tenía razón cuando afirmaba que era dueña legítima del collar y que la denuncia era una mentira más de Antonio de Orleáns para intentar recuperar parte del patrimonio derrochado.

En las Carreras de caballos de Sanlúcar


Las Carreras de Caballos en las playas de Sanlúcar de Barrameda se remontan a las competiciones informales que desde principios del siglo XIX realizaban los transportistas de pescado. De 1845 data la SOCIEDAD DE CARRERAS DE CABALLOS DE SANLUCAR DE BARRAMEDA y a partir de 1981 cobraran su mayor impulso, al ampliar las jornadas de competición a dos ciclos de tres días e integrarlas en el circuito hípico nacional junto a Madrid, San Sebastián y Sevilla. La singularidad y belleza de esta fiesta deportiva, social y popular la ha llevado a ser mundialmente conocida.
El periodista sanluqueño Joaquín López Barbadillo publicó en 1919 un artículo en EL IMPARCIAL titulado REPORTERISMO PINTORESCO donde describía esta fiesta y la presencia de La Infantona en las Carreras de Sanlúcar hacia 1900, “alegre y bulliciosa” luciendo el famoso y controvertido collar de la familia Orleáns que le regalará don Antonio:

Fue un día de agosto, fue una maravillosa tarde de sol y de carreras, cuando la vi con el collar: joya, en verdad, pasmosa cuyas perlas diluían su luz en el cálido ambiente como un suave regalo de dulce placidez. Yo estaba junto al palco en que ostentaba su espléndido tesoro doña María del Carmen Jiménez Flores Brito y Milla. Doña María del Carmen, con un gracioso orgullo mujeril, con el amor de todas las mujeres a todo cuanto sea realce de su beldad, recibía el homenaje que unos recién llegados rendían- y con razón sobrada para la preferencia, aquella vez – más que el hechizo de la dama hermosa, al valor de la joya. Y decía doña Carmen:
- Es un regalo de él. Realmente es una prenda digna de un guardajoyas imperial. Dicen que sólo hay otra parecida a ella y de semejante valor: es un collar de perlas negras del tesoro de la Corona inglesa... Éste es mejor, quizás... Tiene además, una historia gloriosa. Viene del siglo XVI; lo mandó hacer el César Carlos V, lo lucieron las reinas de Francia y Nápoles; pendió luego del cuello de la mujer de Luis Felipe de Orleáns... Ha brillado en el Trono de tres países... Y allí también brillaba, en aquel palco alegre de gente alegre, aquella tarde alegre, no entre las salvas de los nobles cañones que acompañasen una fiesta regia; pero, a lo menos, entre el jocundo ruido que hacía los taponazos del champán.