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EL PLEITO DE "EL BOTÁNICO"

El Pleito de "El Botánico" fue la última gran batalla en la guerra particular que Carmela Giménez entabló con la familia Orleáns-Borbón desde 1919. Una contienda que se libró en los tribunales de justicia a lo largo de casi diez años, y por la cual la familia real trataba de recuperar parte del patrimonio dilapidado por el infante don Antonio a lo largo de su vida. En el proceso participarían dos ilustres abogados: por parte de la familia Orleáns-Borbón, Cirilo Tornos y Laffite (prestigioso abogado e hijo del presidente del Tribunal Supremo en aquellos años), y por parte de la vizcondesa de Termens, Francisco Begamín y García (reconocido abogado y político conservador, que fue cuatro veces ministro durante el reinado de Alfonso XIII y que desde 1914 era Senador vitalicio). Tan significadas representaciones, el total de la cuantía reclamada de 400.000 ptas., así como por las partes intervinientes (un infante de España y un título de Castilla), nos dan idea de la importancia de aquel pleito civil. El Jardín Botánico de Sanlúcar era una enorme finca, que había sido centro agrícola y escuela de Botánica desde 1802. Finca de dominio público convertida en un gran parque que conservó más de 25.000 árboles, y que en 1852 fue adquirida por Montpensier para abastecer de aguas a su palacio ducal y disponer de una hacienda de recreo. A la muerte del duque de Montpensier en 1890, el Jardín Botánico pasó como herencia a manos de su hijo el infante don Antonio, quien en 1900 lo vendería a Carmela Giménez, la Infantona. La demanda judicial para su recuperación se iniciaría en noviembre 1923, ante el juez de 1ª Instancia de Sanlúcar de Barrameda “sobre la declaración de inexistencia de contrato de compra-venta de El Jardín Botánico por ser simulado” y se resolvió con la correspondiente sentencia de fecha 12 de enero de 1925, que declaraba “que la venta fue simulada” condenando a la parte demandada a la devolución del bien y de los frutos percibidos, además del pago de costas. La sentencia fue recurrida, y en el verano de 1926 la Audiencia de Sevilla dictaría la sentecia definitiva en los mismos términos de la primera. Pero no sería hasta principios de 1928 cuando finalizarían las últimas cuestiones relacionadas con el “Pleito del Botánico” con la firma de una escritura de transacción por la que la vizcondesa de Termens hacía entrega de la cantidad de 250.000 pesetas con la cual se da por saldada la imdenización pendiente, y que sellaba el compromiso de desestimar cuantas reclamaciones judicales hubiera pendientes entre las partes. De esta forma se firmaba el “armisticio” en una guerra judicial que hoy , muy posiblemente, sería inviable, pero que en aquellos años fue posible, en buena parte, por la influencia que la corona pudo ejercer en los tribunales.