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En clave violeta

En el segundo número de En clave violeta (noviembre, 2013), la revista que desde el Centro de Información a la Mujer de Cabra se pone a disposición de todas las personas, mujeres y hombres, que creen en la igualdad, en el apartado Historias de Mujer  publicamos el siguiente artículo:

Carmen Giménez Flores, vizcondesa de Termens.
Una mujer dueña de su destino.


Todavía hoy se recuerda su nombre. Sobre su vida y suerte circularon multitud de  anécdotas y comentarios. Pero pocos saben, de verdad, quien era aquella misteriosa mujer, protagonista de la crónica social de cierta época. 

Su nombre completo era María del Carmen Felisa de la Santísima Trinidad Giménez Flores ( 1867-1938), del origen de su padre heredaría el sobrenombre de “la Sanroqueña” y por su relación amorosa con el infante don Antonio de Orleáns y Borbón, todos la conocerían  como “la Infantona”.

Su vida transcurrió con normalidad hasta que conociera al infante de España Antonio de Orleáns y Borbón, duque de Galliera, hijo de los duques de Montpensier y hermano de la reina María de las Mercedes, casada con el rey Alfonso XII.

Carmen era una mujer egabrense, humilde pero de una singular belleza con la que cautivaría al desdichado príncipe de Orleáns, desposado por razones de estado con su augusta prima la infanta doña Eulalia de Borbón, hermana del mismísimo Rey de España.
Al calor del bienestar económico procurado por los numerosos y valiosos regalos de su principesco amante, al que estuvo unida durante casi treinta años, Carmen Giménez Flores se convirtió en una gran dama aristócrata que amasaría una gran fortuna y que, después de devolver en parte en los tribunales de justicia, invertiría al final de sus días en obras de caridad y cultura.

Porque la época que vivió Carmen Giménez no fue fácil, y menos para una mujer como ella, que estuvo al margen de la estricta moralidad dominante, desdeñada por todos los estamentos sociales y en unos momentos de crisis y enfrentamiento, en donde las circunstancias sociopolíticas de la España de entonces la convertían en un verdadero "laberinto político”.

Carmen llegó a ser la cenicienta que conoció al príncipe azul, pero que luego la realidad, los intereses de los más poderosos y una gran hipocresía social la devolverían, prácticamente, a su lugar de origen.

A pesar de la cercanía en el tiempo, su historia nos puede parecer demasiado lejana si se piensa que vivió en una sociedad convulsa, en muchas cosas refrenada, contenida y en todo casi teatral; en un tiempo de apariencias, de engaños y del qué dirán…

Envuelta en un misticismo romántico y decadente, la hija del zapatero convertida en toda una vizcondesa, fraguaría una personalidad fuerte y pragmática, endurecida por mil vicisitudes. Complicada más que por acciones y actitudes propias, por las circunstancias de la realidad social que le tocó vivir. Pasó de ser una joven humilde y trabajadora, a una mujer refinada, deseada y mundana, para convertirse en una distinguida aristócrata y finalmente en una  piadosa y caritativa señora.

La verdadera historia de Carmen Giménez Flores, vizcondesa de Termens o la Sanroqueña, como le llamaban en Cabra o la Infantona, como le llamaban en Sanlúcar, en Sevilla, en Madrid, París, Londres o por media Europa, es una historia de superación. La historia de una mujer que pasó de apenas saber leer a dominar con fluidez varios idiomas. De la mujer que rompiera los estrictos estamentos sociales, pero que nunca se olvidó de sus raíces, de la fe de sus mayores. Que siempre estuvo al cuidado de su familia, de sus paisanos y amigos, y especialmente de los más humildes y necesitados, para los que levantó un gran colegio donde pudieran tener lo que ella nunca tuvo. Pero sobre todo es la historia de una persona que manejó su vida por encima de todos los convencionalismos imperantes.

La historia de Carmela Giménez, es la historia de una mujer que fue dueña de su propio destino, la historia de un personaje singular que de una u otra forma también es parte de la historia de España, de esa otra historia que no es oficial, de la intrahistoria que diría Unamuno, la que tiene que ver más con los sentimientos y las pasiones, que al fin y al cabo son los que mueven el mundo.

Para saber más…
GUZMÁN MORAL, Salvador: “La Infantona. Rival de la Infanta Eulalia. Carmela Giménez, vizcondesa de Termens”. Editorial Áltera, Madrid 2010.
O en internet:  http://lainfantona.blogspot.com.es/

Memento mori



En el 75 aniversario de la muerte de Carmen Giménez (1938-2013) y en estas fechas que recuerda a los difuntos, resulta obligado realizar alguna referencia a esta efeméride, con el relato de los que fueron sus últimos momentos, su muerte y posterior entierro.

Y es que partir de 1930 empezamos a conocer las primeras noticias sobre problemas de salud de la Vizcondesa de Termens. Los últimos años, los había pasado prácticamente encerrada en su casa de la calle Álamos de Cabra. En aquella vivienda adornada con muebles que un día fueron de palacios y con su heráldica vizcondal apostada a cada paso, se pasaba las tardes contemplando la gran fotografía del salón que le hiciera Reutlinguer. Ayudándose con el viejo bastón que uso su madre y que ahora usaba ella. Reclinada en un sofá de su salón japonés lleno de tapices y de flores oliendo a nostalgia, o delante del piano que tantas tardes interpretó sus mejores melodías en el Botánico de Sanlúcar.

Siempre que podía acudía a su misa diaria en Santo Domingo y cuando no, vendría el capellán de Termens acompañado de alguna de sus monjitas. Frente a su dormitorio rococó francés tenía dispuesto un pequeño oratorio, con mesa de altar, una hermosa pintura en cobre de la Virgen del Perpetuo Socorro enmarcada en talla sobredorada, y aquella impresionante escultura policromada de tamaño natural del Cristo de la Expiración, que parecía que te miraba, que te escuchaba.

Los últimos días de 1937 los pasó prácticamente en cama. No quería ver a nadie. Sola al cuidado de su médico, de su confesor don Antonio Povedano y de su fiel sirvienta Juana Cañero, de sus sobrinas y de su ahijada, la joven Mimi, siempre atenta. En la tarde del miércoles, 22 de diciembre hizo su último testamento ante don Manuel Sánchez González, Notario de Cabra.


A las nueve de la mañana del lunes 3 de enero de 1938, doña Carmen Giménez Flores, vizcondesa de Termens moriría plácidamente confortada con los Santos Sacramentos. En el Acta de defunción fechada el día 4 de enero de 1938, ante don Antonio González Carrera, juez Municipal y don Jesús de la Concha Moreno, secretario del mismo, se procede a inscribir la defunción en los siguientes términos:

"(...) Dª Carmen Jiménez Flores de setenta y dos años, natural de Cabra provincia de Córdoba, hija de D. José y de Dª Sierra, domiciliada en Cabra, calle Martín Belda,16, de profesión su casa y de estado: viuda de D. Luis Gómez Villavedón de cuyo matrimonio no deja hijos/ falleció en dicho domicilio el día de ayer a las nueve, a consecuencia de coma urémico según resulta de la certificación facultativa y reconocimiento practicado, y su cadáver habrá de recibir sepultura en el cementerio de esta Ciudad".

Después del obligado velatorio, el rector y cura propio de la Iglesia parroquial de la Asunción y Ángeles de la ciudad, mandó dar sepultura eclesiástica al cadáver.

Aquel cuatro de enero, era bastante frío. Las campanas anunciaban con su tañer lúgubre que aquella era misa de difunto. La comitiva llegó en buen orden a la Parroquia a media mañana.  Era un entierro de primera categoría y general de las dos  parroquias de la ciudad. Don Francisco de Paula Caballero, el oficiante, iba revestido con ornamentos de pontifical y el resto de sacerdotes con los de misa. Habían esperado a la difunta y todo su acompañamiento en la puerta del templo. El féretro fue colocado ante el altar mayor, sobre una mesa cubierta de negro, alrededor de la cual ardían seis cirios. Sobre la baranda del presbiterio se pusieron las banderas de las cofradías y asociaciones piadosas con corbatas negras. A la derecha del ataúd la bandera de la Virgen de la Sierra, también de luto, a pesar de su multitud de colores tan alegres en otros momentos. Delante del cadáver se instalaron las numerosas coronas de flores, con sus reveladoras fragancias a muerto.

En los primeros bancos se encontraban, el señor alcalde provisional y director del Instituto don Ángel Cruz Rueda y señora, y el resto de la corporación municipal; el comandante de la Guardia Civil, don Francisco López Pastor; el juez  don Antonio González Carrera y señora y, por supuesto, toda la familia y las monjas de la comunidad de las Hijas de San Vicente de Paúl, que recibirían los testimonios de pésame y sentimiento. En el resto de los bancos muchas mujeres arrodilladas o sentadas, y de pie los hombres.

Terminado el ceremonial salió el cortejo fúnebre con dirección a la Fundación Escolar Termens, mientras las campanas repetían su triste sonar. Encabezaba la marcha la infantil Banda de las Escuelas del Ave María junto a los estandartes y pendones de  las cofradías, después acólitos de sotana negra y roquete blanco con la cruz de las parroquias y a cada lado otros con ciriales. Tras ellos seguían los sacristanes y  otros acólitos con incensarios que balanceaban esparciendo volutas de humo olorosas a resina y a mirra.

A continuación el lujoso ataúd que encerraba el cuerpo difunto que fue sacado de la iglesia a hombros de servidores de su casa y personas que se disputaban el honor de portar sus restos mortales. Sobre el ataúd cubierto con la bandera de la Virgen de la Sierra pendían cuatro lazos que llevaban los señores don José Amo Santiago, don Manuel Mora y Aguilar, don Santiago Garrigó Mompol y don Antonio Prieto Mendoza; los señores don Rafael Moreno la Hoz y don Juan Cruz Vílchez eran portadores de las llaves del panteón.

Con el féretro iban cinco sacerdotes con capa musitando las oraciones pertinentes y detrás las numerosas coronas que habían enviado el Ayuntamiento, asociaciones y personalidades; seguida de un numeroso grupo de personas acompañantes entre ellas más de doscientos pobres de la ciudad y una veintena de ancianos del asilo, a cada uno de los cuales se les había dado por asistir una peseta, un pan y una vela que traían encendida desde la iglesia. 

Y después el duelo, con la presencia de hermanos mayores de las cofradías; familiares y autoridades, con el Alcalde, Juez de Instrucción, Párroco de la Asunción, Comandante de la Guardia Civil, Fiscal Municipal y el Registrador de la propiedad. Cerrando la marcha la Banda Municipal de Música.


El fúnebre cortejo caminaba en un impresionante silencio, al llegar a la artística verja de la Fundación Termens, la comitiva se giró buscando la mirada del Sagrado Corazón de piedra que corona la columna situada en la fachada principal, pero no estaba. La efigie de piedra que tallará el escultor granadino Navas Parejo se había desmontado de su emplazamiento para preservarlo de la guerra. Y aún sin Él, se rezó un sentido responso. “Señor, ten piedad, Cristo, ten piedad, Señor, ten piedad...” Después la procesión fúnebre se dirigió hasta alcanzar la cuesta que llaman del Garrote en el camino de Rute, camino del cementerio de San José.

Al legar al campo santo la muchedumbre aguardaba el cadáver que fue depositado en la capilla del bellísimo mausoleo levantado por Benlliure y donde se le cantó la Vigilia de difuntos y otro responso. 

A la finalización del sepelio los acompañantes se despidieron de los doloridos, en especial de don Manuel Megías Rueda y de don José Tavira Giménez. Las llaves de la capilla fueron entregadas posteriormente a Sor Emérita, la Madre Superiora de las monjas de san Vicente de Paúl, profesoras del Colegio de Termens.

Y aunque Carmen Giménez había ordenado en su testamento que a su muerte su cuerpo, vestido con el hábito de la Orden del Carmen, fuera enterrado en el sarcófago de su mausoleo de Cabra, trasladado años antes desde el cementerio municipal hasta la capilla del grupo escolar Termens; está circunstancia no se cumpliría en aquel momento.

La normativa a este respecto era clara: “No se permitirán por ningún motivo, sepultar cadáveres en las Iglesias o Conventos, ni en panteones, dentro ni fuera del poblado” (Artículo 5º del Reglamento del Cementerio Municipal de Cabra).

A pesar de que contaba con el permiso concedido por Su Santidad y el Obispo de Córdoba para que sus restos mortales descansaran en su monumento marmóreo de la Fundación Termens, su deseo no se cumpliría, finalmente, hasta seis largos años más tarde…

La vida bohemia de Louise Chardonnet, Fernand Laffitte y Antonio de Orleáns


Hacia 1914, Antonio de Orleáns iniciaría una nueva relación sentimental y en esta ocasión sería con una bella parisina llamada Louise Chardonnet. Una nueva y última, que sepamos, amante, a quien terminaría montando una lujosa residencia en la rue Rembrandt de París; para posteriormente, cederle tres de sus fincas de Bolonia, valoradas en más de cuatro millones de pesetas y numerosos cuadros y joyas de valor incalculable.

El Infante conoció a mademosille Chardonnet en un restaurante del bohemio barrio de Montmartre. Y dicen los que los conocieron en aquellos días, que al poco tiempo de tratarse, ella empezó llamarle “Tony” y le elegía sus pijamas, mientras que él la llamaba “bella Lulú” y le hacía regalos continuamente.

Para mantener ese tren de vida y poder agasajar a “la Chardonnet”, como empezaron a llamarla en el entorno del infante, don Antonio llegó a solicitar cinco millones de francos en préstamos.

Sus formas de proceder eran muy parecidas a la de los primeros años de relación con Carmela, la Infantona, si acaso, agravado por un acusado deseo por obsequiar a su joven amante y por la reacción diferente por parte de los hijos del Infante, que al ser ya mayores, empiezan a prever sus negativas consecuencias.


En el mismo club nocturno parisino de Montmartre que era uno de los establecimientos favoritos de la Chardonnet y del príncipe Antonio, hizo su aparición un tercer personaje, Fernand Laffitte.

Laffitte era un francés inteligente y audaz,  que conocería a la peculiar pareja y que fue capaz de enamorar perdidamente a la voluble Louise y, al tiempo, trabar una profunda amistad con el propio Infante.  De esta forma nació un triángulo de afectos, que llevó al casamiento de la Chardonnet con el apuesto Laffite, al tiempo que seguiría compartiendo su “íntima amistad” con el duque de Galliera.

Fernand Laffite, era lo que llamaríamos hoy un “latin lover”, un tipo alto y apuesto, de mirada penetrante, cabello oscuro  y facciones fuertes.  Louise Chardonnet  se vestía a la moda y de joven llegó a ganar un premio a la chica más bonita de Francia. El infante Antonio se divertía enormemente con sus dos nuevos amigos, que se convirtieron en íntimos. El príncipe de Orleáns aburrido de la vida cortesana se mostraba encantado con aquella vida bohemia parisina. Y después de la tercera botella de champán, el Infante era capaz de desprenderse de cualquier tesoro familiar en favor de la Bella Lulú.

Entre los regalos que recibió la bella Lulú de su principesco amante dicen que se encontraban un Murillo, dos Tintoretto, alrededor de media docena de obras de Goya, un Barrington, un Watteau y varios Denechaud. Algunos de estos cuadros, valiosísimas obras de arte se venderían para sostener aquella extravagante vida que los conduciría por distintas peripecias y escándalos que próximamente les reseñaremos….

“Aderyn Brith”, la realidad convertida en novela


Desde hace unos días (junio, 2013) se encuentra a la venta en las librerías de Gran Bretaña la novela titulada “Aderyn Brith” del escritor galés Rhiannon Gregory. 

Según la crítica se trata de una novela histórica, pues su argumento se basa en la historia real de Marie Louise Le Manac´h, más conocida como Lady Mond.

La novela se sitúa en Francia en el año 1940, durante la ocupación alemana en la II Guerra Mundial. En aquellos momentos Mai, Lady Mond, y su sirvienta Henriette son capturadas por los nazis y recluidas en un campo de prisioneros en Guingamp, en francés, Gwengamp en bretón, localidad francesa, en la región de Bretaña, departamento de Côtes-d'Armor muy  cerca de Belle Isle en Terre donde residían.

En aquel confinamiento un oficial alemán, el general Kurt von Heyden se interesaría por aquella enigmática mujer y decide interrogarla. A través del testimonio de Mai conoceremos en detalle su extraordinaria y apasionante  vida. Relatará como abandonó su hogar campesino en Bretaña para viajar a París, decidida a iniciar una nueva vida. Como en aquel París de finales del siglo XIX, debutaría como artista en el Moulin Rouge, y cómo de sus tablas saltaría a Londres, del brazo de un acaudalado marido.

De cómo enviudó y, al poco, se convertiría en toda una cortesana de un príncipe derrochador y mujeriego, el infante Antonio de Orleáns y Borbón. Y cómo tras su ruptura, se casaría con un rico industrial, Sir Robert Mond, del que tomaría su título y fortuna.

En cualquier caso, “Aderyn Brith” que se podría traducir del galés como “el Pajaro Cuco” la conocida ave egoísta y solitaria, es una novela en la que su autor pretende crear una atmósfera especial  a través de la descripción de lugares y personajes. Una novela que además de abordar la peripecia vital de su protagonista femenina, Lady Mond,  también aborda la historia paralela del general nazi,  y como ambos se dan cuenta que los acontecimientos de aquella guerra han truncado sus deseos personales.

Una interesante novela basada, como ya hemos comentado en la verdadera historia de Lady Mond.

Otro ejemplo de como la historia real se convierte en literatura y, quien sabe, si algún día, la historia de la Infantona también se verá reflejada en una novela…


Título: Aderyn Brith.
Autor: Rhiannon Gregory.
Editorial: Y Lolfa. Talybont (Gran Bretaña).
Nº Páginas: 304.



El incidente del paraguas entre Lady Mond y el infante don Antonio


Como me comentaba no hace mucho el investigador Jean-Nöel Mouret, Carmen Giménez, la Infantona, incluso la propia infanta Eulalia de Borbón, debieron conocer la relación que el Infante tendría con Mary-Louise Le Manac´h, Lady Mond, entre 1900 a 1906. Aún sin tener datos precisos para afirmarlo, sabemos  que se veían en París, donde el Infante  se reunía frecuentemente con su amante francesa en un piso que tenía en la margen derecha del Sena. Y que llevaron una vida mundana por Europa, con frecuentes viajes a Londres, incluso a Sevilla.


Sabemos que aquella relación se inició en Londres a finales del año 1900, el mismo año que Antonio de Orleáns y, la hasta entonces, su esposa la infanta Eulalia de Borbón habían firmado, con fecha 31 de mayo, su acta de separación legal de “cuerpo y bienes”. El mismo año en el que Orleáns regalara a la Infantona su finca de El Botánico, la enorme heredad de los Montpensier en Sanlúcar de Barrameda. 

Durante ese periodo (1900-1906) la relación con Carmela Giménez estaba en plenitud. Es el momento de su convivencia en Sanlúcar de Barrameda y en Bolonia (Italia), cuando el principal administrador del Infante era el marido de su sobrina y su secretario personal otro egabrense amigo de la familia Giménez Flores.

Pero el libertino don Antonio, no contento con la primera separación oficial y escandalosa en la Casa Real  española y de dar a la luz pública su relación con la Infantona, su amante oficial, también tendría tiempo para atender a aquella viuda francesa con la que se vería de cuando en cuando en sus frecuentes viajes por Europa.


Gracias al escritor francés Mouret (a quien agradecemos su información y la cesión de las fotos que reproducimos) hemos podido conocer un artículo de prensa publicado en mayo de 1907 en el diario parisino Le Matin, que recoge la crónica del juicio entre el infante Antonio de Orleáns y Marie-Louise Le Manac´h, entonces también conocida como la señora viuda de Simons Guggenheim.

El citado artículo está publicado el día 29 de mayo de 1907 (Le Matin. Número 8.492, pág.4), y en la columna de TRIBUNALES refiere el incidente que podríamos traducir como “paraguazos”.

Al parecer el 13 de julio de 1906, alrededor de las cuatro de la tarde, en la rue de la Paix, frente al n º 12, se produjo una violenta escena entre S. A. R. Príncipe Antoine-Marie-Louis-Philippe de Orleans y Borbón, Infante de España, Duque de Galliera, y la entonces señora viuda de Simons Guggenheim, a la postre Lady Mond. Y a cuya responsabilidad se debió presuntamente esta escena de violencia y por la que se celebraba un juicio de faltas.

El príncipe Antoine Philippe d'Orleans junto a su abogado, monsieur  D'Esteintot, expusieron resumidamente  los hechos ante la Sala Octava del Tribunal de París. Según su declaración, alrededor de las cuatro horas y veinte minutos de la tarde, del día citado, el príncipe de Orleáns pasaba a pie a la altura del número 12 de la rue de la Paix, cuando fue asaltado por la Sra. Le Manac´h, a la que reconoció entonces, que le había observado vigilante desde el porche del comercio cercano, y que se le abalanzó propinándole dos golpes con su paraguas. El primer paraguazo caería sobre su nariz y, a continuación, cogiendo el paraguas de su mano izquierda lo partió en dos. Con la pieza que quedaba en sus manos, la Sra. Le Manac´h le golpeó en el cuello, con el consiguiente escándalo público entre los viandantes. Por este asunto D. Antonio de Orleáns reclamaba a la Sra. Le Manac´h los pertinentes daños y perjuicios, además de las sanciones previstas por el artículo 311 del Código Penal.

A través de su abogado monsieur Lagasse, la Sra. Le Mañac´h, se defendió y alegaba que la responsabilidad de aquella escena era en su  totalidad del Príncipe de Orleáns. En su versión de los hechos relataba lo siguiente: el día 13 de julio de 1906, la viuda Guggenheim coincidió casualmente en la rue de la Paix, con el príncipe Antoine d'Orléans, con quien había convivido durante siete años. Entonces madame Guggenheim se dirigió al Infante para reprocharle su  actitud y desaires con ella en los últimos tiempos, y en ese momento don Antonio empujó brutalmente a la Sra. Guggenheim quien le rogaba al príncipe que le escuchara. Y fue entonces, exasperada por la actitud de su hasta entonces amigo, cuando, con la intención de defenderse, le propinó un golpe con su paraguas que se rompió.

Una vez analizadas ambas declaraciones, el tribunal falló a favor del infante D. Antonio. La entonces viuda de Guggenheim fue declarada culpable por agresión y asalto, y condenada a pagar 100 francos por los daños y perjuicios, reclamados por el príncipe de Orleáns.

Se da la coincidencia de que  n ° 12 de la rue la Paix, entonces era sede de la joyería  M. Tonnel, donde, en 1909, vendería  Antonio  de Orleáns  el histórico collar de perlas de la Casa Real, que más tarde comprara la Infantona y que finalmente diera pie a otro ruidoso y famoso pleito (Pleito del Collar).

Tiempo después el infante Antonio de Orleáns reconocería en privado,  que aquel incidente con Lady Mond de los “paraguazos” fue, cuanto menos, bastante ridículo…


Lady Mond (1869-1949) la primera amante francesa de Antonio de Orleáns.


La historia de Lady Mond y su relación sentimental con el duque de Galliera, la descubrí hace unos meses de la mano del investigador francés Jean-Noël Mouret.

Se trata de una extraordinaria historia que guarda grandes similitudes con la que Antonio de Orleáns mantuvo con la Vizcondesa de Termens, y lo más sorprendente es que coincidieron en el tiempo. Así pues, entre 1900 y 1906, el Infante don Antonio mantuvo relaciones sentimentales, simultáneamente, con Carmela Giménez y con Marie-Louise Le Manac'h.

Marie-Louise Le Manac'h, de origen humilde originaria de una zona rural y pobre de la Bretaña francesa,  se convertiría en Lady Mond, por ser la esposa de un gran empresario conocido como el “rey de níquel”. Como la Infantona, fue también amante principal del duque de Galliera, y a la postre una  gran dama benefactora que hizo mucho por las gentes de su tierra, y cuyos restos mortales, como los de la Vizcondesa de Termens, reposan en un espléndido monumento funerario.

El investigador francés Pierre Delestre, ha escrito varios libros sobre Lady Mond, un trabajo incansable de años sobre esta amante francesa de Antonio de Orleáns. Y nuestro buen amigo Jean-Noël Mouret, actualmente está ultimando una nueva biografía de Lady Mond, en la que humildemente hemos colaborado aportando algunos datos y fotografías.


Como de un cuento se tratara… es la misma y recurrente historia.

Lady Mond, que en realidad se llamaba Marie-Louise Le Manac'h, nació el 5 de febrero de 1869 en la localidad de Belle Isle enTerre, en el centro de la Bretaña francesa en el departamento de Côtes-d'Armor, donde su padre era un humilde molinero y su madre una sacrificada ama de casa. Mai, como le llamaban en su entorno familiar era la única hija de una familia de once hermanos, cuatro de los cuales murieron siendo niños.

Con 16 años, los dueños del molino paterno la llevaron a París, donde asistiría al funeral de Víctor Hugo. Aquella chica bonita y pobre de provincias pero con un carácter fuerte, después de conocer París, decidiría irse a vivir a la “Ciudad de la luz”. Con apenas 18 años de edad se instaló en el barrio parisino de Montmartre, donde fue vendedora callejera de flores, haría amistad con pintores bohemios y debutaría como bailarina en el teatro.

En aquel París de finales de siglo conocería a Simon Guggenheim, un comerciante de verduras y hortalizas con el que marcharía a Londres, donde se casaron en 1894. Mai enviudaría en 1900 a los 31 años, convertida en una dama hermosa e inteligente, con solvencia económica y que se manejaba con fluidez en su nuevo idioma, el inglés. En Londres, se mudó al barrio del Soho, centro de la vida nocturna, y a finales de aquel año de 1900 en una de sus visitas al Hotel Savoy conocería al Infante español don Antonio de Orleáns. Con aquel príncipe franco-español mantendría un convulso idilio de cinco largos años, que terminaría en 1906 con un violento incidente entre ambos amantes en la Rue de la Paix en París,  con paraguazos incluidos.


Según nuestro buen amigo el investigador francés, Jean-Noël Mouret, después de su escandalosa ruptura con el Infante en diciembre de 1906, no se sabe mucho de su vida hasta 1909, cuando se convertiría en la amante del acaudalado Robert Mond, hermano del político inglés Sir Alfred Mond e hijo Ludwig Mond, creador de un imperio industrial en Gran Bretaña y Canadá. Mai que había cumplido los  40 años de edad haría  todo lo posible para casarse con  Mond, uno de los hombres más ricos de la época, pero el matrimonio no se celebrará hasta muchos años más tarde, hasta 1922.

Diez años más tarde, en 1932, Robert Mond fue nombrado caballero por el rey Jorge V y se convirtió en Sir Mond,  y  automáticamente Marie-Louise Le Manac´h tomaría el título de Lady Mond, con el que ha pasado a la historia.

Fue entonces cuando Lady Mond comienza su labor benefactora. La nueva aristócrata puso su fortuna (o más bien la de su marido) al servicio de su ciudad y de su propia familia. Uno de sus hermanos sería nombrado alcalde de Belle Isle en Terre, y al tiempo realizaría importantes inversiones en fincas e inmuebles en toda Bretaña, en particular en las localidades de  Dinard y  Belle Isle, donde compró propiedades y contribuyó a la reconstrucción de parte del pueblo como el ayuntamiento, la oficina de correos, la farmacia, la biblioteca, un comedor asistencial y hasta la creación de un hospital de maternidad en Guingamp. 


Dama caritativa y piadosa, restauró la capilla dedicada a la Virgen que ella visitaba en su infancia y en el cementerio cercano mandó  construir un mausoleo de estilo gótico bretón por el escultor francés Émile Armel-Beaufils (1882-1952), que contiene dos esculturas en mármol blanco, que representan a ella y a su marido. La decoración de su sepultura se inspira  en las antiguas tumbas egipcias, en homenaje a las excavaciones que Sir Mond, realizó como egiptólogo aficionado y en las que descubrió la tumba del gran Visir Ramose cerca de Luxor.

Sir Mond murió en octubre de 1938 y Lady Mond en noviembre de 1949. Como la Infantona, nunca tuvo hijos y vivió recluida en su ciudad natal los últimos años de su vida. En su caso, no hubo ninguna disputa entre los herederos de Sir y Lady Mond, que siempre fue muy cariñosa con las dos hijas que Robert Mond tuvo de un matrimonio anterior. Esta circunstancia, sin embargo  no impediría que años más tarde, la familia Mond retirara la urna con las cenizas de Sir Mond y las llevara de vuelta a Inglaterra.

Físicamente, Marie-Louise Le Manac´h, Lady Mond, era una mujer hermosa, de facciones regulares y redondeadas y con una mirada severa. Un tipo de belleza muy  cercana a la de la Infantona. ¿Sería quizás  este parecido lo que le atrajo al Infante de su amante francesa…?


Próxima entrada:
"El incidente del paraguas entre Lady Mond y el infante don Antonio".

Carte de visite


En 1854, el fotógrafo francés André Alphonse Disderi patentó una nueva forma de presentación de fotografías que llamó  carte de visite, realizada con una cámara de varios objetivos con la que obtenía varias impresiones fotográficas, en una sola sesión y en un único negativo.

De aproximadamente 9 x 6,5 cm, este formato permitiría la confección de álbumes en los que se conservan la memoria colectiva de personajes, lugares, monumentos y hechos más relevantes del siglo XIX y que dio lugar a una nueva moda, la de coleccionar e intercambiar estas fotos que se mostraban en reuniones sociales y familiares.

Los duques de Montpensier y su familia no fueron ajenos a esta nueva moda y se retrataron muchas veces en este pequeño formato fotográfico.

Carte de visite de la infanta Luisa Fernanda de Borbón y de príncipe Antonio de Orleáns. Adolphe Beau. Londres. Colección Fundación Infantes Duques de Montpensier



Carte de visite de D. Antonio de Orleans, duque de Montepensier.  Adolphe Beau. Londres. Colección Fundación Infantes Duques de Montpensier.

Cartes de visite de los duques de Montpensier con su hija mayor. Colección Fundación Infantes Duques de Montpensier.

Además del fotógrafo  Disdéri, también destacarían en este género otros fotógrafos como Nadar, Ken, Le Gray, Altobelli y Molins, Bassano, Bernoud o Mayer & Pierson, cuyos retratos son considerados los más elegantes de la fotografía decimonónica. Entre los fotógrafos españoles se encuentran Godínez, Cosmes de Cossío, el conde de Lipa o el conde de Vernay que dejaron excelentes muestras de sus trabajos. Sin embargo, los fotógrafos con más obras son los retratistas que tenían gabinete propio en Madrid, las figuras relevantes en la historia de la fotografía española de la época: José Martínez Sánchez, Jean Laurent, Ángel Alonso Martínez, Martínez de Hebert y Eusebio Juliá.

SANLÚCAR … y una tarde de radio



El pasado jueves, 18 de abril tuvimos ocasión de disfrutar de una tarde de radio con los amigos de la Fundación Puerta de América de Sanlúcar de Barrameda.

Acompañados de su presidente Paco Pacheco, visitamos el estudio de ATLÉTICO SANLUQUEÑO RADIO 94.2 FM, una emisora local que semanalmente emite el programa titulado SANLÚCAR, LA PUERTA DE AMÉRICA dedicado a las actividades de la Fundación Puerta de América e informaciones relativas  a la próxima conmemoración de V Centenario de la Primera Vuelta al Mundo.

El programa está dirigido y presentado por el abogado y escritor, Eduardo Domínguez-Lobato Rubio y aquella tarde junto a él intervinieron como invitados en una tertulia amena e interesante, el presidente de la fundación sanluqueña que patrocina el programa, Francisco Pacheco Isla y Salvador Guzmán Moral.



En primer lugar se abordó como tema central del programa, la decisión del Gobierno Central de suprimir la Comisión Nacional para la Conmemoración del V Centenario de la Primera Vuelta al Mundo, y el que la Fundación Puerta de América haya presentado en el Congreso de los Diputados una Iniciativa Legislativa Popular relativa a la celebración en Sanlúcar del V Centenario de la Primera Vuelta al Mundo, ‘Sanlúcar 2019-2022’.

Eduardo Domínguez-Lobato, relató la exposición de motivos de la citada iniciativa, y los argumentos del papel de Sanlúcar como puerto de salida y regreso de la expedición que logró demostrar la redondez de la Tierra. Y cómo durante el trienio conmemorativo 2019-2022 coincidirían el V Centenario de la Primera Vuelta al Mundo Magallanes - Elcano y las Olimpiadas de Madrid 2020. “La importancia universal del quinientos aniversario de la Primera Vuelta al Mundo con la celebración de una Exposición Universal en Sanlúcar de Barrameda y la celebración de los Juegos Olímpicos en Madrid son eventos que deben aprovecharse para lograr una proyección mundial que mejore y facilite el conocimiento a nivel internacional de la sociedad española”, argumentaron los tertulianos.



La iniciativa referida fue presentada en el registro del Congreso de los Diputados por el presidente de la Fundación Puerta de América, Francisco Pacheco y el secretario - patrono de la entidad, Eduardo Domínguez-Lobato.

Esta iniciativa, se une a las numerosas actividades que la Fundación Puerta de América, ha promovido en su poco tiempo de existencia como  el Reloj Solar Legua Cero instalado en Bajo de Guía, ha publicado el libro ‘Sanlúcar, Puerta de América’, y las contribuciones en la restauración de obras del patrimonio artístico local, además de llevar a cabo iniciativas de divulgación de la gesta tanto en diferentes medios de comunicación así como a través de las redes sociales.

Por su parte, Salvador Guzmán, en una segunda parte, intervino en sus diferentes condiciones de conservador- restaurador, escritor e investigador, y domo presidente de la Fundación Aguilar y Eslava  y patrono de la de Puerta de América.


Como restaurador comentó sus actuaciones en la imagen de San Lucas, patrón de Sanlúcar de Barrameda obra de Diego Roldán Serrallonga (S. XVIII) y en la Virgen del Carmen de Bonanza, que actualmente se encuentra en su taller y que espera regrese pronto al barrio marinero sanluqueño "navegando como lo hará hasta Sanlúcar y desde Triana", tal como informaba la prensa sevillana recientemente. Expresaba Guzmán su satisfacción y que este trabajo sea un acicate más en la consecución de la coronación canónica de tan bendita imagen.

En su faceta de  investigador y escritor, Guzmán comentó su presencia en las III Jornadas de Investigación sanluqueñas y del éxito e interés de su libro “La Infantona” en Sanlúcar,  que nos acerca a una parte de nuestra historia, muy desconocida pero muy significativa.

Por último, como presidente de la Fundación Aguilar y Eslava y su papel en la de la Puerta de América, Salvador Guzmán se mostró muy orgulloso y honrado, y comunicó las últimas novedades del Museo Aguilar y Eslava de Cabra, que pasan especialmente por la puesta de largo del Museo de la Pasión. Una instalación museográfica que pretende divulgar los conocimientos actuales y futuros sobre la Sábana Santa y el Sudario de Oviedo, así como dar a conocer los detalles desde la historia, la arqueología y el arte de cómo fue la primera semana santa de la historia.

En definitiva una tarde de radio… plena de contenidos, comentados por tres buenos amigos reunidos alrededor de un micrófono y para satisfacción de los muchos oyentes de Sanlúcar.




"Una suerte de corte artística: los Orleáns en Sanlúcar" en las III Jornadas de investigación sanluqueña



El Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla, junto a la Delegación del Cultura del Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda, celebraron entre el 17 y el 20 de abril de 2013 las III Jornadas de Investigación Sanluqueña, que en esta ocasión se han centrado en la Corte literaria y artística de los Pérez de Guzmán, señores de Sanlúcar, que determinaron los avances artísticos y culturales de la ciudad durante los siglos XIV y XVII, buscando un contrapunto con la otra Corte histórica, también de gran trascendencia para el desarrollo de la ciudad, creada por los Orleans-Borbón en el siglo XIX, que devolvió a la ciudad parte de la posición ocupada antaño.

Los ponentes de esta edición  han sido Manuel Romero Tallafigo, Leticia Arbeteta Mira, Rocío Garrido Neva, José María Hermoso Rivero, Lucía Gómez Fernández,  Laureano Rodríguez Liáñez, Francisco Javier Escobar Borrego, Salvador Guzmán Moral, Mercedes Ramírez Rodríguez, María Dolores Rodríguez Doblas y Manuel Ruiz Carmona, Manuel J. Parodi Álvarez, Laura Vargas Peña, Francisco Pacheco Isla, Antonio Romero Dorado, José María Sánchez Muñoz, y Mª Luisa Millán Salgado. El director y coordinador de las jornadas ha sido Fernando Cruz Isidoro, profesor titular del Departamento de Hª del Arte de la Universidad de Sevilla y Responsable del Centro de Investigación de la Historia de la Arquitectura Andaluza.



En las sesiones del jueves 18, Salvador Guzmán Moral presentó la ponencia: "Una suerte de corte artística: los Orleáns en Sanlúcar"

Durante su intervención analizó la llegada de los Montpensier a Andalucía y la creación en Sevilla de la "Corte chica" en contraposición de la Corte real de Madrid. Y es que aunque instalados definitivamente en la capital hispalense, los Montpensier comenzaron la adquisición de otras propiedades por las provincias de Sevilla y Cádiz, fincas y residencias a modos de sitios ducales destinadas al ocio y el descanso, en correspondencia con las nuevas modas del veraneo en Europa
Antonio de Orleáns, duque de Montpensier, aunque condicionado por su condición de príncipe francés desarrolló en Sanlúcar de Barrameda un proyecto personal: la de crear una suerte de corte estival, de ocio y de retiro al que le infirió un marcado estilo orientalista, romántico y aristocrático, que se conformaría en base a tres monumentales espacios: el palacio Orleáns-Borbón, la finca y hacienda de El Botánico, y el edificio de las caballerizas ducales.


Los duques de Montpensier se preocuparon de enriquecer el interior de estas viviendas, en especial el de su Palacio, reuniendo con el transcurso de los años, muchas de las mejores piezas artísticas, en cuadros, esculturas y mobiliario que albergaban sus principescas mansiones formando una de las más importantes colecciones de arte de Europa. Posteriormente sus descendientes y en especial el infante Antonio de Orleáns, duque de Galliera, se desharían de muchas de sus principales obras,  como “La majas en el balcón” de Goya y “El Laocoonte” de El Greco.


La llegada de los Montpensier atrajo a una corte aristocrática y a muchas distinguidas familias andaluzas, y desde mediados del siglo XIX y en gran medida gracias a la presencia de los Orleáns, Sanlúcar de Barrameda se convirtió en uno de los más importantes destinos de veraneo burgués y aristócrata de España que dieron un nuevo auge a la ciudad, plasmado en la construcción de hoteles y casas suntuosas en las inmediaciones de la playa, dándole un carácter turístico y señorial, tan opulento que Sanlúcar llegaría a ser conocida como “ la San Sebastián del Sur”.

Por esta corte de los Orleáns en Sanlúcar pasaría, como se ha comentado, buena parte de la aristocracia  y de la realeza europea, así como un gran número de artistas, pintores, músicos y escritores que dejarían el recuerdo de esta ciudad en sus obras.

Ilustrada con proyección de imágenes, la mayoría de ellas referidas a pinturas que formaron parte de las colecciones de los Orleáns-Borbón, un auténtico tesoro artístico que a la muerte del duque de Montpensier paso a manos de sus herederos, en especial a su único hijo varón Antonio de Orleáns, duque de Galliera, quien derrocharía la mayor parte de aquella fortuna y dilapidó también su patrimonio artístico.


En sus últimas palabras, Guzmán quizó reconocer el trabajo de todas las personas y entidades que en los últimos tiempos trabajan en la investigación y defensa del patrimonio histórico artístico sanluqueño, desde Fernando Cruz Isidoro, alma mater de estas Jornadas, pasando por los responsables del Archivo Fundación Infantes Duques de Montpensier  de El Botánico, Mª Dolores Rodríguez Doblas y Manuel Ruiz Díaz, hasta la Fundación Puerta de América, que en los últimos años trabaja de modo incansable en pos de una Sanlúcar mejor.

En una reflexión final,  Guzmán insistió  en que se echa en falta en Sanlúcar de Barrameda un gran MUSEO local que recogiera, al menos, parte de todo este testimonio documental y material de su extraordinaria historia.








El comandante Burguete



En una entrada anterior sobre el Diario de Antonio de Orleáns donde relataba los asuntos personales de su mujer que condujeron, según él, a su separación, el infante insistía en las familiaridades que doña Eulalia tenía con los profesores o preceptores de sus hijos. Por eso, decía: ”no duró más de un mes el Comandante de Infantería, llamado Ricardo Burguete…” se lamentaba.

Ricardo Burguete Lara (1871-1937) fue un militar de carrera, que en 1895, siendo teniente, fue recompensado en Cuba con el ascenso a capitán y la Cruz Laureada por su valor en combate. Después en 1896 marchó a Filipinas, donde fue destinado a la provincia de Batán, allí obtuvo la Cruz de María Cristina y la Cruz Roja de primera clase  por acciones de guerra en las que resultó gravemente herido, y obteniendo el grado de comandante. De regresó a la península en mayo de 1897, permaneció en situación de reemplazo como herido en campaña hasta diciembre, que obtuvo destino en el Regimiento del Rey. En octubre de 1898, se le confirió una comisión de servicio para servicios en Europa, fechas en las que se le ofrecería hacerse cargo de la instrucción de los infantes Alfonso y Luis Fernando de Orleáns-Borbón y Borbón.

A este militar se refiere Pilar García Louapre  en su libro “Eulalia de Borbón, Infanta de España -Lo que no dijo en sus memorias” (Ed. Compañía Literaria, 2005) cuando señala que por aquellos días (1898) don Antonio de Orleáns estaba verdaderamente preocupado por la educación de sus hijos y que se debía hacer como correspondía a unos infantes de España. Por este motivo escribió a la reina Cristina para que mandase a  París a un oficial del ejército español que hiciera de preceptor en la formación de sus hijos, preparándoles  para una futura carrera militar: “Era una cosa muy seria” decía don Antonio. Aquel instructor debería cumplir una serie de requerimientos, además de ser buena persona e instruida, debería saber por lo menos francés para poder acompañar a los chicos en los viajes. El sueldo sería de cuarenta duros al mes, comida y alojamiento, y colaboraría con otro profesor que ya se encargaba de la instrucción académica de los infantes.

La reina Cristina respondería al duque de Galliera confirmándole que el entonces comandante Burguete había aceptado ir a París para formar a sus hijos. Así fue como el comandante Burguete  se instalaría en Paris  comenzando una buena amistad con la propia doña Eulalia de Borbón, amistad que no pasaría indiferente y que dio lugar a comentarios, como señala García Louapre: “Hay quien murmura...”, dice en su libro.

Al poco, el comandante Burguete se trasladaría con sus alumnos, los jóvenes infantes a Madrid.  Alfonso a quien todos llaman cariñosamente, Ali, ya tenían once años y Luis Fernando, el pequeño, solo nueve. Aquel viaje también fue motivo de desavenencias. Eulalia quiso acompañarlos, sobre todo cuando su esposo se negó a ir con ellos. Pero doña Eulalia sería cuestionada cuando en noviembre de aquel año (1898) recibió una carta de la reina donde le comentaba:

  “(…) Como eres muy lista comprenderás que tu venida sin Antonio tal vez no fuese de buen efecto, y que a mi juicio a él no le conviene venir tan pronto…”

Resulta evidente que las cosas no marchaban bien en el matrimonio Orleáns-Borbón y en la Corte daban comienzo las sospechas sobre la conducta de Eulalia, puesto que de Antonio ya se sabía que andaba viajando por toda Europa con su “deliciosa Carmela”.