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De Sanlúcar a Nueva York… La desaparición de un tesoro artístico. EL LAOCOONTE DE EL GRECO.


El Laocoonte 
El Greco. Óleo sobre lienzo (137,5 x 172,5 cm.)
Washington, D.C., National Gallery of Art. Samuel H. Kress Collection.



El Laocoonte es un cuadro que El Greco empezaría a pintar en 1609 durante su último período toledano y que al dejar inconcluso a su muerte en 1614, se piensa que la pudo finalizar su propio hijo Jorge Manuel. 

Se trata de uno de los pocos cuadros mitológicos de El Greco. Laocoonte era sacerdote de Apolo en la ciudad de Troya, y se opuso a la entrada del caballo que había aparecido en la playa cercana cuando los griegos se habían retirado, tras varios años de guerra. Cogió una lanza y la clavó en el enorme caballo de madera para advertir a sus conciudadanos de lo nefasto de esa aparición. En ese momento salieron dos serpientes marinas que mataron a Laocoonte y sus hijos. Los troyanos interpretaron el hecho como una ofensa del sacerdote a los dioses, por lo que metieron el caballo en la ciudad, que fue invadida por los griegos. Sin embargo, las serpientes habían sido enviadas por Apolo como castigo a Laocoonte por haberse casado con Antiope y haber tenido hijos. Evidentemente, no fue el mejor momento para castigar a su sacerdote, y provocó la derrota de Troya. En este cuadro El Greco presenta a Laocoonte derribado en el suelo que intenta sujetar la serpiente que va a morderle; su hijo menor yace a su lado en el suelo, mientras el hijo mayor agarra a la segunda serpiente para evitar la muerte. Otros jóvenes contemplan la escena sobre un fondo paisajistico que representa a Toledo como trasunto de la legendaria ciudad de Troya.

La expresividad de esta obra le ha llevado a ser seleccionada para la exposición “El Greco y la pintura moderna” que se puede ver en el Museo del Prado de Madrid de junio a octubre de 2014 y donde se presentan visiones del maestro cretense junto a la de otros artistas del último tercio del siglo XIX y principios del XX como Monet, Kokoschka o Bacon, que vieron en Doménikos Theotokópoulos un espejo donde mirarse.


Prácticamente desconocido por el público europeo hasta el Romanticismo, la obra del cretense fue acogida con sorpresa y admiración en cuanto se dio a conocer. En Alemania, los expresionistas se dejaron seducir por las formas retorcidas del Laocoonte, expuesto en Múnich desde la primera década de 1900 y que explicarían el paralelismo entre el Laocoonte de El Greco y la furia pictórica de Adriaan Korteweg. 


Y es que inventariado en 1614 entre los bienes del propio artista a su muerte pasaría a su hijo Jorge Manuel, y pasado mucho tiempo llegaría a la colección española de pintura del rey Luis Felipe I de Francia que se inició en 1830, cuando era todavía duque de Orleáns. Una importantísima colección representativa de la pintura de las escuelas españolas, que formaron el barón Taylor y el pintor Dauzats a cargo de la «cuenta personal» del duque de Orleáns, aprovechando la inestabilidad política de las guerras carlistas y la desamortización de los bienes de la Iglesia con la venta masiva de obras de arte.


A la muerte del Rey de Francia muchos cuadros de esta colección, conocida como “Galería Española” pasarían al entonces duque de Montpensier, Antonio María Felipe de Orleáns, quien lo colgaría junto a otros numerosos y valiosos cuadros en su soberbio y sevillano Palacio de San Telmo, y tras su muerte en 1890 lo legaría a su hijo, el infante Antonio de Orleáns y Borbón. 


El Infante D. Antonio, duque de Galliera, lo trasladaría posteriormente a su Palacio de Sanlúcar de Barrameda, el mismo palacio que compartió durante años con Carmela Giménez, la Infantona, y por cuya probable mediación lo vendería en París en 1910 al marchante francés Durand-Ruel, por 125.000 pesetas.


De Paul Durand-Ruel (1831-1922) se dice que inventó el oficio de marchante de arte y que arriesgo su nombre y fortuna para sostener a los primeros pintores impresionistas como Courbet, Pissarro y Monet. Aunque con la compraventa de El Laocoonte hizo un buen negocio.


Cinco años después de su compra, en 1915, Durand-Ruel en Berlíntraspasó el cuadro al también coleccionista Paul Cassirer, por varias veces su precio inicial.


En 1923, el Laoconte de El Greco sería comprado por la esposa del pianista Edwin Fischer residente en Basilea. Y en mayo de 1934, pasaría a propiedad del príncipe Pablo de Yugoslavia, quien en 1946 lo vendió finalmente a la Fundación de H. Samuel Kress de Nueva York, aunque actualmente El Laocoonte reside en la National Gallery de Washington.