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Mariano Benlliure y el bronce del infante

En 2012 se cumple el 150 aniversario del nacimiento de Mariano Benlliure y Gil (1862-1947). Benlliure es el gran representante de la escultura española del siglo XIX, aunque muerto a mediados ya del presente siglo, en su obra plasma el último realismo decimonónico, el eco expresivo de Rodín, sigue a su manera postulados decorativos modernistas y, sobre todo, se convierte, como advirtiera el marqués de Lozoya, en el "escultor" por excelencia de la sociedad aristocrática y burguesa española del cambio de siglo. A a la que Benlliure supo inmortalizar en retratos ágiles, convirtiendo sus palillos de modelar en instrumentos de la historia reciente de España.

Desde 1874 a 1946, se acumularon en el taller de Benlliure centenares de encargos oficiales y particulares, cualquiera de los cuales bastaría para enaltecer una vida. Así se refiere el periódico Corriere della Sera, de Milán, del 5 de octubre de 1926, sobre este aspecto:

"¿Cuántas estatuas ha traído al mundo don Mariano? Ni él mismo lo sabe. ¿Mil? ¿Dos mil? ¿Tres mil? ¡Quién lo sabe! Seguramente forman varios regimientos... toda una Humanidad de bronce y de mármol. Nunca las ha contado, y ni menos puede recordarlas todas."

Entre ellas algunas muy obras conocidas frente a otras prácticamente desconocidas, como el retrato del infante don Antonio de Orleáns, del que aportamos un nuevo documento inédito, el recibo autógrafo de Mariano Benlliure sobre su realización que se conserva en el Archivo Orleans-Borbón en Sanlúcar de Barrameda:



“He recibido de don Vicente Buendía por orden de S.A.R. el Srmo. Señor Infante de España Don Antonio d´Orleans la cantidad de quincemil pesetas por los dos bustos de S.A. en bronce ejecutados por mi.
Madrid 27 de Enero de 1909.
Mariano Benlliure (rubricado)”


De las dos copias de bronce que refiere, una de ellas se conserva en un porche de la hacienda del Botánico de Sanlúcar de Barrameda; y doña Beatriz de Orleáns-Borbón y Parodi Delfino, cuando le comenté lo extraño que me resultaba ver aquel espléndido retrato de bronce del infante don Antonio en un rincón, casi escondido, me dijo de forma espontánea y expresiva: ¡Ahí está,... castigado¡

Ese día de principios del verano de 2006 en el Botánico, se presentaba “Los Infantes de Andalucía” del escritor barcelonés Ricardo Mateos Sáinz de Medrano, investigador al que admiro y buen amigo que me regaló el magnífico prólogo de “La Infantona”.