En una entrada anterior sobre el Diario de Antonio de Orleáns
donde relataba los asuntos personales de su mujer que condujeron, según él, a
su separación, el infante insistía en las familiaridades que doña Eulalia tenía
con los profesores o preceptores de sus hijos. Por eso, decía: ”no duró más de un mes el Comandante de
Infantería, llamado Ricardo Burguete…” se lamentaba.
Ricardo Burguete Lara (1871-1937) fue un militar de carrera, que en
1895, siendo teniente, fue recompensado en Cuba con el ascenso a capitán y la
Cruz Laureada por su valor en combate. Después en 1896 marchó a Filipinas,
donde fue destinado a la provincia de Batán, allí obtuvo la Cruz de María
Cristina y la Cruz Roja de primera clase por acciones de guerra en las que resultó
gravemente herido, y obteniendo el grado de comandante. De regresó a la
península en mayo de 1897, permaneció en situación de reemplazo como herido en
campaña hasta diciembre, que obtuvo destino en el Regimiento del Rey. En
octubre de 1898, se le confirió una comisión de servicio para servicios en
Europa, fechas en las que se le ofrecería hacerse cargo de la instrucción de
los infantes Alfonso y Luis Fernando de Orleáns-Borbón y Borbón.
A este militar se refiere Pilar García Louapre en su libro “Eulalia de Borbón, Infanta de
España -Lo que no dijo en sus memorias” (Ed. Compañía Literaria, 2005) cuando
señala que por aquellos días (1898) don Antonio de Orleáns estaba verdaderamente
preocupado por la educación de sus hijos y que se debía hacer como correspondía
a unos infantes de España. Por este motivo escribió a la reina Cristina para
que mandase a París a un oficial del ejército
español que hiciera de preceptor en la formación de sus hijos, preparándoles para una futura carrera militar: “Era una cosa
muy seria” decía don Antonio. Aquel instructor debería cumplir una serie de
requerimientos, además de ser buena persona e instruida, debería saber por lo
menos francés para poder acompañar a los chicos en los viajes. El sueldo sería
de cuarenta duros al mes, comida y alojamiento, y colaboraría con otro profesor
que ya se encargaba de la instrucción académica de los infantes.
La reina Cristina respondería al duque de Galliera confirmándole
que el entonces comandante Burguete había aceptado ir a París para formar a sus
hijos. Así fue como el comandante Burguete se instalaría en Paris comenzando una buena amistad con la propia doña Eulalia de Borbón, amistad que
no pasaría indiferente y que dio lugar a comentarios, como señala García
Louapre: “Hay quien murmura...”, dice en su libro.
Al poco, el comandante Burguete se trasladaría con sus
alumnos, los jóvenes infantes a Madrid.
Alfonso a quien todos llaman cariñosamente, Ali, ya tenían once años y
Luis Fernando, el pequeño, solo nueve. Aquel viaje también fue motivo de
desavenencias. Eulalia quiso acompañarlos, sobre todo cuando su esposo se negó a ir con ellos. Pero doña Eulalia sería cuestionada cuando en noviembre de
aquel año (1898) recibió una carta de la reina donde le comentaba:
“(…) Como eres muy lista comprenderás que tu
venida sin Antonio tal vez no fuese de buen efecto, y que a mi juicio a él no
le conviene venir tan pronto…”
Resulta evidente que las cosas no marchaban bien en el matrimonio
Orleáns-Borbón y en la Corte daban comienzo las sospechas sobre la conducta de
Eulalia, puesto que de Antonio ya se sabía que andaba viajando por toda Europa
con su “deliciosa Carmela”.