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Una boda aristocrática


El 24 de julio de 1921, Carmen Giménez Flores, vizcondesa de Termens contrajo matrimonio con el capitán de infantería y gentil hombre de S.M. don Luis Gómez de Villavedon y Santos. Una unión que necesitó de Licencia para matrimonio castrense expedida por el Provisorato y Vicaría general de Córdoba, con fecha 14 de julio de ese año y que fue todo un acontecimiento social. Una "boda aristocrática" como la titularon los cajistas del periódico local "La Opinión”.
Señala la crónica que desde muchas horas antes en que estaba anunciada la boda, un inmenso gentío invadía la calle Martín Belda, donde vivía la novia, y la de San Juan de Dios y Plaza Vieja por donde era sabido que iba a pasar la comitiva nupcial. Los balcones de las casas y las aceras de las calles eran insuficientes para contener al público que despreciando el calor que aquel día se daba, aguardaron pacientemente para presenciar tan peculiar evento.
La novia lucía elegante traje de charmeusse adornado con riquísimos encajes de Chantilly, y manto de corte de laga cola; tocando su cabeza con velo negro que sujetaba una espléndida diadema de platino con cinco estrellas de brillantes, además de otras joyas de no menos valor. Terminada la ceremonia, salieron los novios del templo, atestado de público y se dirigieron en automóvil a visitar distintas instituciones benéficas. Todo el trayecto, lo mismo al salir de la iglesia que al terminar las visitas referidas, se desarrolló entre el clamor y los vítores de un inmenso gentío que se apiñaba para ver a los novios. Como broche a tan fastuoso acontecimiento no podían faltar los donativos especiales que recordaran tan señalada fecha y que repartidos por los centros benéficos de la ciudad ascendieron a la importante suma de 2.130 pesetas, además de 1000 kilos de pan repartidos entre los pobres. El nuevo matrimonio partió después para Sevilla de donde marcharían a Sanlúcar de Barrameda donde pasarían lo que faltaba de verano en su magnífica finca. Terminaba el cronista deseando a los esposos una luna de miel eterna, desconociendo que el destino haría que don Luis Gómez muriera “repentinamente” en Alicante, cinco años después, el día 6 del mes de septiembre de 1926.