Visitas

Confidencias matrimoniales de Antonio de Orleáns


Comenzaremos este nuevo año 2013 aportando nuevos datos y reflexiones a este blog, en las próximas entradas reseñaré un documento inédito en detalles y contenido, el diario que Antonio de Orleáns tituló “Historia desde el día de mi casamiento” y que Vicente González Barberán, historiador y responsable durante muchos años del Archivo Orleáns-Borbón de Sanlúcar de Barrameda nos señaló como una suerte de autobiografía escrita por el infante de su puño y letra a mediados de 1900. Un interesantísimo documento que refleja el espionaje sometido a la infanta por parte de su esposo con el fin de descubrir sus infidelidades, con vistas a su utilización como prueba acusatoria en la causa de su separación. En mi opinión, en “Historia desde el día de mi casamiento” el infante don Antonio expone su punto de vista en lo que respecta al papel de su esposa, Eulalia de Borbón, en dicho fracaso matrimonial y que siempre se tuvo en poca consideración.

Según Orleáns, las infidelidades por parte de su esposa se sucedieron desde los primeros tiempos del matrimonio. Sin embargo, reconoce que hasta 1889 su matrimonio “no fue del todo mal”, aunque cuando el primer jubileo de la Reina Victoria en Londres, en junio de 1897, recuerda una penosa escena que protagonizó a causa de lo que él llama un flirt (coqueteo) de su mujer con un príncipe extranjero.

Después señalará con todo lujo de detalles la relación que arrancaría en 1896 con el que sería amante oficial de su mujer, el Conde George Jametel. Y resulta especialmente curioso y ruín el comentario sobre el despido laboral de un profesor de sus hijos en 1898, cuando él disfrutaba de un viaje de recreo a Turquía acompañado, claro está, de su también amante oficial, Carmela Giménez. En cualquier caso, tanto este relato autobiográfico de Orleáns, como los conocidos libros escritos posteriormente por Eulalia de Borbón, demuestran que su historia matrimonial sujeto a la conveniencia política fue un rotundo fracaso.

Este diario que trascribiremos y analizaremos íntegramente en próximas entregas, es en realidad una donación a doña Beatriz de Orleáns-Borbón de la Condesa Germana Morelli di Popolo, hija del abogado de don Antonio en Bolonia, que durante años lo mantuvo archivado como “muy reservado”. Gracias a Massimo Zancolich estudioso boloñés especialista en historia y archivística, que visitó en varias ocasiones Sanlúcar de Barrameda se consiguió en 2002 la donación de este documento al Archivo Orleáns-Borbón. Por último, me gustaría reiterar, una vez más, mi agradecimiento a María Dolores Rodríguez Doblas y a Manuel Ruiz Carmona como responsables del Archivo de El Botánico, que me lo facilitaron en su día (2010).




El escultor José Torné y su retrato de la Infantona


El pasado verano el ayuntamiento de Santander rindió homenaje a la figura del escultor sanluqueño José Torné Jiménez (1893-1965) y se da la circunstancia de que este mismo artista es autor de un inédito retrato de la Vizcondesa de Termens del que conocemos sólo unas fotos facilitadas en su día (2007) por Rosa Rivas y su marido Gonzalo Torné, nieto del artista.

Se trataría de un busto probablemente realizado en mármol blanco o vaciado en yeso, y que nos mostraría un retrato de Carmen Giménez, con el pelo corto peinado a lo “garçon” ligeramente ondulado y con flequillo, y en la que se observa claramente que seguía la moda y el estilismo imperante de los años 20. En aquellos años el pelo corto en la mujer era todo un símbolo de modernidad e independencia y con esta estética conocemos varias fotos de la vizcondesa de aquellos años.


Y poco más sabemos de este desconocido retrato, según nos comenta Rosa Rivas, investigadora de la obra de Torné, no se sabe el paradero actual de esta obra y las circunstancias de su realización. Solamente que la Vizcondesa de Termens sería persona amiga o conocida de José Torné y su esposa Caridad Cano en Sanlúcar de Barrameda, y que existiría una carta de la Vizcondesa de Termens dirigida a J. Torné y Cari (Caridad Cano) escrita desde el Santuario de la Virgen de la Sierra, el 21 de julio de 1924.



José Torné Jiménez habría nacido un 7 de julio de 1893 en el nº 58 de la popular calle de Santo Domingo de Sanlúcar de Barrameda. Estudió en el Colegio de Padres Escolapios de Sanlúcar y posteriormente en la Escuela de Bellas Artes de Madrid donde destacó en pintura pero sobre todo en escultura. Entre 1911 a 1920 trabajaría en Sevilla, y entre 1920 a 1939 residió en Sanlúcar desde donde regresó a Sevilla hasta 1943 donde trabajó como diseñador, escultor, pintor y decorador en la conocida fábrica de cerámica La Cartuja de Sevilla, Pickman S.A.

Después de la guerra, marcharía a Santander donde tuvo un taller de escultura y decoración, entre 1946 hasta 1965. Y sería en la capital cantabra donde Torné realizó su producción artística más importante, destacando la realización en 1949 de un gran mapa en relieve de Cantabria situado en la Plaza de las Brisas del Sardinero y que en 2012 ha sido sometido a una profunda restauración y por el que se le rendía homenaje el pasado mes de julio.

Sobre el manto verde de la Virgen de la Sierra


Se cumplen cien años del llamado “manto verde” de la Virgen de la Sierra, también conocido como “manto de la Vizcondesa” y es que, como hemos comentado en varias ocasiones, la devoción que Carmen Giménez Flores, vizcondesa de Termens (1868-1938), sintió a lo largo de su vida por la Patrona de Cabra fue realmente extraordinaria y este manto es otra prueba de ello.


La donación en 1912 de este manto formaba parte de un obsequio completo que incluía otras telas y alhajas para la imagen de la Virgen de la Sierra y el Niño, y se debía entender como un acto dadivoso como corresponde a una dama de alta posición y una demostración pública de su gran devoción a la Virgen de la Sierra. El manto de la Vizcondesa está confeccionado en terciopelo de Lyon de color verde y bordado a realce en oro fino, su diseño lo forma un salpicado horizontal de flores, y un motivo simétrico con roleos de hojas de acanto y flores en el centro que se continúa en una amplia cenefa que circunda el manto silueteado con un amplio y fino galón.

De esta donación consta una notificación de agradecimiento hacia la Vizcondesa expresada por el propio Ayuntamiento de Cabra y firmada por su alcalde, José de Silva Jiménez, y que quedaba así recogida en el acta de la sesión celebrada el día 7 de septiembre de 1912:

El Ilustre Ayuntamiento que tengo el honor de presidir, en sesión celebrada el día siete del actual, como legítimo representante de este pueblo, ha acordado que conste en acta el espléndido donativo de un manto y otras ricas prendas que la devoción de V., ha hecho a nuestra excelsa Patrona María Santísima de la Sierra, cuya ofrenda fue entregada por mí, como representante de la Corporación Municipal, a la Cofradía o Junta de Administración de la bendita Patrona.
Siempre entusiasta el Ayuntamiento de los actos de fe que los hijos de este pueblo tributan a Nuestra Señora de la Sierra, acordó igualmente que se notifique a V. la gratitud del pueblo mismo por su piadoso desprendimiento.
Al cumplimentar los expresados acuerdos, tengo el gusto de significarle la satisfacción con que esta Alcaldía ha intervenido en los actos realizados para la entrega del donativo, que, una vez más, pregona el acendrado cariño que a este pueblo profesa una de sus hijas.
Dios guarde a V. muchos años.



En la procesión oficial del día 8 de septiembre de 1912, la venerada imagen de la Virgen de la Sierra estrenó aquel nuevo manto verde, tal como se refiere en la crónica titulada “LAS FIESTAS DE LA SIERRA” publicado en La Opinión de 15 de septiembre y que firmaba J.C., que no era otro que Joaquín Cañero Espinar, conocido maestro de 1ª enseñanza y fundador del ahora centenario periódico. En su crónica Cañero comentaba que aquel nuevo manto, era en realidad uno más: “porque la Virgen tiene mantos mejores que éste” aunque, eso sí, recalcaba que debía ser un regalo “encomiado, no tan solo por mérito como obra de gusto, si no que también por la gran devoción que la donante revela tener a la venerada imagen, y al pueblo en que vio la luz primera.”


La polémica estaba servida y días después en las páginas del mismo periódico se publicaba la siguiente protesta en forma de “CARTA ABIERTA”:

Sr. Director de La Opinión/Cabra.
Muy Sr. Mío y de todo mi aprecio. Acabo de leer el número 20 de su ilustrado periódico, correspondiente al día 15 del actual, y en el artículo firmado por J.C. que se titula Las fiestas de la Sierra, dice: “Nuetra querida Patrona ha lucido este año en la procesión un precioso manto de terciopelo verde, bordado en oro, que la piedad de nuestra paisana, la Vizcondesa de Termens, ha donado.” Hasta aquí perfectamente, y no era necesario más; pero el articulista larga, a renglón seguido, y como comentario propio la siguiente impertinencia: “No diré yo que sea una prenda que llamé la atención por que la Virgen tiene mantos mejores que éste…”
Póngase V. Sr. Director en mi lugar y comprenderá, sin esfuerzo, que salva la intención del articulista, que no trato ni es mi ánimo echar a mala parte, el comentario no resulta, correcto; pues como ni mi Sra. hermana, la Vizcondesa de Termens, ni nadie de mi familia hemos dicho jamás que el manto fuera mejor ni peor que los que posee, a todos nos había de disgustar el que por el autor del artículo, ni por nadie, se establecieran comparaciones, simpres odiosas.
Y si el articulista se lamenta en el último párrafo de su crónica de que los resentimientos personales, y las quisquillas existentes se traduzcan en actos de indiferencia…” hubiera procedido mejor, y de manera más conforme con sus propias apreciaciones, omitiendo las palabras referidas; puesto que al público ya le consta el mérito de la ofrenda y la generosidad y la plausible intención de la donante que sólo y exclusivamente se ha propuesto hacer un obsequio a su Excelsa Patrona la Santísima Virgen de la Sierra, sin pujilatos ni competencias de ninguna clase (…)


La misiva fechada en Sanlúcar de Barrameda el 18 de septiembre, estaba firmaba por José Giménez Flores, hermano de la Vizcondesa y su principal valedor. Por su parte el periódico intentaba zangar la cuestión en Nota de la Redacción no admitiendo la malintención del cronista y rechazando las apreciaciones del autor de la carta.


Y es que aquella tibia polémica en realidad escondía los recelos que parte de la sociedad egabrense de aquella época mantenía sobre ciertos comportamientos personales y en este caso, la escándalosa, para muchos, relación que la Vizcondesa de Termens tenía con un miembro de la Casa Real. Recelos, reticencias y suspicacias de gentes que veían como una sencilla mujer egabrense rompía la rígida sociedad de clases y se convertía, por azares del destino, en una poderosa e influyente aristócrata, que llegó a ser una verdadera protagonista de la crónica social de una época en la que primaban la moralidad y las buenas formas, más que los sentimientos y las buenas intenciones.

PASEANDO POR LA PLAYA DE SANLÚCAR

Como escribe Narciso Climent en el libro de fotografías “Sanlúcar para el recuerdo – Imágenes e impresiones sobre la Sanlúcar de principios del siglo XX -” (1990), la playa de Sanlúcar ha sido desde siempre uno de los principales elementos de atracción y de solaz, no sólo para los sanluqueños sino para los muchos visitantes que llegaban atraidos por sus encantos estivales.
Siendo la playa anterior a la propia población, no es de extrañar que desde antiguo existiera la costumbre de tomar “baños de ola”, pero no sería hasta mediados del siglo XIX cuando se manifestó de manera colectiva y social y alentada por la recomendaciones médicas de que los baños de mar servían para mejorar diversas dolencias.
En 1841, comenta Climent, que un sanluqueño llamado José Diaz García colocó una pasarela que comunicaba la Calzada con la playa y dispuso en ella casetas de alquiler, en la margen derecha para uso de mujeres, y en el lado izquierdo para hombres. Surge de este modo la costumbre de la instalación de casetas y la división de la playa en zonas diferenciadas por sexos, a la que se añadió otra tercera zona cerca de las “Piletas” destinada a uso familiar llamada “Baños de Matrimonio”. Por otra parte, al calor de la presencia de la familia Orleáns Borbón, nobles y familias acomodadas de Jerez y Sevilla, establecieron también residencia veraniega en Sanlúcar.
Fue así como empezó a tomar auge como “ciudad balneario”, famosa por su tranquilidad, playa, aguas y ambiente refinado con lujosos hoteles y suntuosas viviendas. Sanlúcar de Barrameda por su ambiente veraniego se convirtió en la “San Sebastián del Sur”. Mientras los reyes y sus cortesanos veraneaban en San Sebastián o Santander, otros títulos nobiliarios, muchos disonantes con la monarquía, y ricos hacendados andaluces hacían lo propio en Sanlúcar, que pasó a ser una de las tres ciudades con «S», destinos de moda y del veraneo elegante (San Sebastián, Santander y Sanlúcar).
El turismo floreciente que comenzó en esta época, sirvió para consolidar y promocionar las carreras de caballos, además muchas familias que veraneaban en Sanlúcar, como entretenimiento estival, también paseaban con sus caballos por la playa. Existe una curiosa referencia sobre la Infantona y sus paseos a caballo a orillas del mar, cuando Prudencio Iglesias en su libro “Las tragedias de mi raza” (1913) escribe los siguiente: ¡Aquellos paseos desnuda, con el pelo suelto, a la luz de la luna por la finca soberbia de Sanlúcar; los paseos, desnuda también, a caballo, por la orilla del mar (…)
Conociendo al personaje y al escritor creemos que este comentario más que una referencia real se trata de una licencia literaria, basada, como parece evidente, en la leyenda de Lady Godiva, aunque en este caso con intenciones más lascivas. Una imagen que nos evoca también, en su versión más moderna, la belleza de Maureen O´Hara interpretando a Lady Godiva en la película de Arthur Lubin de 1955.

EL DÍA DEL CARMEN

Desde 1918 a 1935, Carmen Giménez Flores organizó personalmente la Romería del Carmen, también conocida como la “Romería de la Vizcondesa” y que se celebraba precisamente en el día de su onomástica el 16 de julio. En el periódico La Opinión (Cabra) del 17 de julio de 1938, con ocasión de la última Romería del Carmen tras su muerte, se recordaba precisamente que: “la señora Vizcondesa de Termens tuvo la iniciativa de fundar una romería en el Santuario de la montaña (de la Sierra de Cabra). El día 16 de julio de 1918, con gran concurrencia de fieles y mucha animación se celebró la romería primera. Y desde entonces, ya en la fecha del 16 de julio, o en otras fechas más tarde, fue celebrada. En la primera, la fervorosa señora donó a nuestra Madre bendita de la Sierra una alhaja preciosa; consistente en una mariposa de oro salpicada de brillantes, perlas, esmeralda y rubíes. Ayer sus sobrinos, organizaron entre otros actos piadosos, una misa de requiem en la iglesia de la Fundación Termens. Después subieron al Santuario colocando el día mismo de sus fiesta onomástica, una lápida conmemorativa de la fundadora del camarín y gran bienhechora del santo lugar.”
Por otra parte, en Sanlúcar de Barrameda, Carmela Giménez vivía en su casa de la Plaza Cabildo que se comunicaba con la otra de su propiedad de la calle Cristóbal Colón (también llamada Muleros) junto a la Capillita del Carmen, construida a iniciativa de Juan Argüeso en 1886 sobre un altar popular antiguo, y a la que ella acudía asiduamente.
Que la Infantona fue una ferviente devota del Carmen nos lo recuerda no solo su nombre de evocación marinera que le impusiera su padre natural de San Roque (Cádiz), el vivir cerca del mar y junto a la Capillita de Carmen de Sanlúcar, la gran romería egabrense que celebraba todos los años… sino también por otras actuaciones y detalles, como, por ejemplo, la construcción en 1934 en la Iglesia del pueblo cordobés de Zamoranos de un nuevo retablo mayor y un camarín para la patrona de la localidad, la Virgen del Carmen. Para ilustrar lo que supuso esta nueva donación nos remitimos a la crónica del periódico El Popular (Cabra) del 1 de marzo de 1934: "(...) la piadosa generosidad de nuestra querida paisana, que ha quedado grabada para siempre en aquel magnífico retablo de la iglesia y en el suntuoso camarín que ha construido en honor de la patrona María Stma. del Carmen, no sabiendo que admirar más, si la solidez de las obras llevadas a cabo a base de hierro y piedra, o la decoración de las mismas con bronces, cristalería, mármol de Macael y artísticas pinturas, sin olvidar la iluminación que es una verdadera maravilla...”
O simplemente el hecho de que en la cláusula tercera de su testamento ordene: “(…) que a su muerte, su cuerpo sea vestido con el hábito de la Orden del Carmen y sea enterrado en el sarcófago que ha mandado construir en su mausoleo de Cabra ...” al lado de la maravillosa estatua en mármol de la Virgen del Carmen que tallara Benlliure.

EL PLEITO DE "EL BOTÁNICO"

El Pleito de "El Botánico" fue la última gran batalla en la guerra particular que Carmela Giménez entabló con la familia Orleáns-Borbón desde 1919. Una contienda que se libró en los tribunales de justicia a lo largo de casi diez años, y por la cual la familia real trataba de recuperar parte del patrimonio dilapidado por el infante don Antonio a lo largo de su vida. En el proceso participarían dos ilustres abogados: por parte de la familia Orleáns-Borbón, Cirilo Tornos y Laffite (prestigioso abogado e hijo del presidente del Tribunal Supremo en aquellos años), y por parte de la vizcondesa de Termens, Francisco Begamín y García (reconocido abogado y político conservador, que fue cuatro veces ministro durante el reinado de Alfonso XIII y que desde 1914 era Senador vitalicio). Tan significadas representaciones, el total de la cuantía reclamada de 400.000 ptas., así como por las partes intervinientes (un infante de España y un título de Castilla), nos dan idea de la importancia de aquel pleito civil. El Jardín Botánico de Sanlúcar era una enorme finca, que había sido centro agrícola y escuela de Botánica desde 1802. Finca de dominio público convertida en un gran parque que conservó más de 25.000 árboles, y que en 1852 fue adquirida por Montpensier para abastecer de aguas a su palacio ducal y disponer de una hacienda de recreo. A la muerte del duque de Montpensier en 1890, el Jardín Botánico pasó como herencia a manos de su hijo el infante don Antonio, quien en 1900 lo vendería a Carmela Giménez, la Infantona. La demanda judicial para su recuperación se iniciaría en noviembre 1923, ante el juez de 1ª Instancia de Sanlúcar de Barrameda “sobre la declaración de inexistencia de contrato de compra-venta de El Jardín Botánico por ser simulado” y se resolvió con la correspondiente sentencia de fecha 12 de enero de 1925, que declaraba “que la venta fue simulada” condenando a la parte demandada a la devolución del bien y de los frutos percibidos, además del pago de costas. La sentencia fue recurrida, y en el verano de 1926 la Audiencia de Sevilla dictaría la sentecia definitiva en los mismos términos de la primera. Pero no sería hasta principios de 1928 cuando finalizarían las últimas cuestiones relacionadas con el “Pleito del Botánico” con la firma de una escritura de transacción por la que la vizcondesa de Termens hacía entrega de la cantidad de 250.000 pesetas con la cual se da por saldada la imdenización pendiente, y que sellaba el compromiso de desestimar cuantas reclamaciones judicales hubiera pendientes entre las partes. De esta forma se firmaba el “armisticio” en una guerra judicial que hoy , muy posiblemente, sería inviable, pero que en aquellos años fue posible, en buena parte, por la influencia que la corona pudo ejercer en los tribunales.

CUARTO DE BAÑO DE MADEMOISELLE LA VIZCONDESA DE TERMENS

“Cuarto de baño de Mlle. la Vizcondesa de Termens” es una fotografía de la colección particular de José Moreno Muñoz (Sanlúcar de Barrameda) que aparece reproducida en el interesantísimo libro ”Arquitectura del veraneo y su época en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), 1900-1950” de Ana Gómez Díaz-Franzón, editado por A.S.E.H.A. (Asociación Sanluqueña de Encuentros con la Historia y el Arte), 2011. Una sorprendente imagen de la Infantona posando en una lujosa bañera y en la que algunos detalles apuntan a que pudo haber sido realizada en su casa principal de Sanlúcar situada en la Plaza Cabildo en torno a 1900-1910. Para comprender todas las significaciones de esta curiosa foto haría falta recordar que a finales del siglo XIX en España solamente algunas viviendas de las clases altas disponían de “cuarto de baño” con agua corriente y bañera de madera, cobre o hierro. Y es que por ejemplo en Francia, a finales del siglo XIX se sabe que solamente el 2% de la gente pudiente tomaba regularmente baños, en tanto que el resto se bañaba sólo ocasionalmente. El escritor húngaro Sándor Marai (1900-1989) cuenta en su libro de memorias: “Confesiones de un burgués” (1934), que durante su infancia existía la creencia de que “lavarse o bañarse mucho resultaba perjudicial para la salud”. Así, los miembros de la burguesía europea de fines del siglo XIX sólo se bañaban cuando estaban enfermos o de cara a celebraciones especiales. Será a partir del desarrollo del urbanismo y la expansión de corrientes higienistas a principios del siglo XX cuando se propiciaron la instalación de mecanismos para eliminar las aguas residuales en las nuevas viviendas, al tiempo que se desarrollaron las tuberías y los sistemas de calefacción de agua, o los retretes ingleses (WC) que pronto se extendieron por toda Europa.
La Vizcondesa de Termens, conocedora de estos avances sanitarios convertidos en signo de distinción, no dudaría en instalarlos en sus viviendas de Cabra y de Sanlúcar, por eso resulta perfectamente comprensible que aparezca orgullosa en su sofisticada y suntuosa bañera de su “salle de bain” de ambiente marino, junto a un retrato de sobremesa en el que se reconoce al infante D. Antonio de Orleáns en una de sus características poses.

La mariposa de la Vizcondesa

Ya hemos comentado en varias ocasiones, que la devoción que Carmen Giménez sentía por la imagen de la Virgen de la Sierra fue extraordinaria. Así lo manifestó repetidamente en cartas públicas que se reproducían en la prensa local y con los numerosos donativos, ofrendas y regalos a la patrona del pueblo de Cabra. Entre 1919 y 1920 hemos contabilizado seis cartas publicadas en la prensa local dirigidas siempre al hermano mayor de la Cofradía de la Virgen de la Sierra con continuas referencias al amor y la devoción que sentía hacia esta imagen y en las que adjuntaba siempre donativos económicos muy importantes, además de regalos de joyas, telas y encajes carísimos. En 1912, donó un manto de terciopelo verde bordado en oro, así como otras telas y alhajas a la imagen de la Virgen de la Sierra. En el acta de la sesión municipal celebrada el 7 de septiembre de ese año, el alcalde de Cabra, José de Silva, notifica por escrito el agradecimiento de la ciudad por “este espléndido donativo”.
En los primero días del mes de julio de 1918, el hermano mayor de la cofradía de la Virgen de la Sierra, Manuel Mora y Aguilar se encuentra circunstancialmente con la vizcondesa de Termens en la ermita donde se guarda la sagrada imagen, situada en la cima de la Sierra de Cabra en un paraje agreste conocido como el Picacho. Fue entonces cuando Carmen Giménez le manifestó su pesar por el pésimo estado de conservación del camarín de la Virgen y su deseo personal de seguir colaborando y contribuir a una profunda reparación. Pocos días después, el 24 de julio del mismo año, la vizcondesa recibirá la siguiente misiva: El Presidente de la Junta Directiva de la Cofradía de Ntra. Sra. de la Sierra saluda a la Excma. Sra. Vizcondesa de Termens y tiene el honor de darle las más expresivas gracias en nombre de la bendita imagen por las obras de reparación completas del camarín del santuario, hechas a su costo, y por las pinturas de las pinturas de las puertas, ventanas, lucerario, peana y trono de la imagen, construcción de las ventanas del camarín, pintura del púlpito, lucerario de la iglesia, barnizado de doce angelotes del templo y donativo de cuatro floreros en pie, ramos hermosos de adorno del bocanicho, dos lámparas y alhajas valiosas de oro consistente en una artística mariposa de brillantes, esmeraldas y rubíes...
Desde entonces (1918) la mariposa de la Vizcondesa es una de las más preciadas joyas del patrimonio histórico-artístico de la sagrada imagen, una joya modernista convertida en singular atributo que el Niño Jesús de la Virgen de la Sierra porta en su mano derecha. Y es que uno de los motivos más recurrentes en la moda y en las artes decorativas de la primera mitad del siglo XX fueron los insectos. Desde que a finales del XIX el Modernismo y el Arts & Crafts hicieron de la naturaleza su gran fuente de inspiración, figuras como la libélula o la mariposa se repitieron en multitud de diseños. La mariposa de la Vizcondesa es una joya de estilo Art Nouveau, y recuerda a las piezas del artista joyero francés René Lalique (1860-1945), del que su nombre ha quedado asociado a la creatividad y la calidad, con diseños tan fastuosos como bellos. Desconocemos la autoría exacta de la mariposa de la Vizcondesa pero sin duda se trata de una joya valiosísima, que ya forma parte de la historia e iconografía de la Patrona de Cabra.

Proporciones áureas en el Mausoleo de Termens obra de Benlliure

Desde la antigüedad los geómetras y artistas consideraron que en la relación aúrea existía una armonía de proporciones, razón que se halla presente con frecuencia en la naturaleza y que se podía trasladar a los elementos constructivos de edificios y obras de arte. La búsqueda del orden y la armonía es consustancial a la naturaleza humana y está muy presente en la realización de la obra artística. La sección áurea es la división de un segmento AB en dos partes, de tal manera que el segmento total sea a la parte mayor, como ésta lo es a la menor y de esa relación o proporción surge el número de oro.
El número áureo o de oro (también llamado media razón, razón áurea, razón dorada, media áurea, proporción áurea o divina proporción) se representa por la letra griega φ (fi) (en minúscula) o Φ (fi) (en mayúscula), en honor al escultor griego Fidias, y su valor como número irracional es:
Si el siglo XIX redescubrió la "sección áurea" como instrumento de proporción arquitectónica y artística, no es extraño pensar que un escultor académico y admirador del arte clásico como Benlliure, utilizara estos conocimientos en sus obras. Al analizar las relaciones geométricas establecidas entre las medidas de la planta del mausoleo de la Vizcondesa de Termens, descubrimos que, efectivamente, se trata de una "composición armónica" basada en el "rectángulo dinámico" de razón 3. Esta planta áurea se divide en tres partes semejantes de las que participa el módulo inicial que parte del cuadrado igual al lado menor del rectángulo.
Mediante métodos simples se pueden determinar rectángulo dinámicos, descomponiendo su superficie en cuadrados y en rectángulos, y utilizando las diagonales. Partiendo del cuadrado y de su diagonal se origina un rectángulo de lado 2. Repitiendo este procedimiento el siguiente rectángulo seria de lado 3. Esta planta áurea se divide en tres partes semejantes de las que participa el modulo inicial que parte del cuadrado igual al lado menor del rectángulo. De esta forma la planta del Mausoleo de Benlliure para la Vizcondesa de Termens en el Cementerio de Cabra semejaría la planta de cruz latina propia de una iglesia.

La Vizcondesa y la Semana Santa



Desde 1928 a 1937, prácticamente hasta su muerte, la Vizcondesa de Termens sería hermana mayor de la Virgen de las Angustias y del Cristo de la Expiración de Cabra. Con Carmen Giménez, las cofradías de las Angustias y de la Expiración se unieron y se pusieron al nivel de boato y lujo de las más antiguas de la ciudad cordobesa. Los nuevos componentes estéticos incorporados por la Vizcondesa de Termens a la Semana Santa de Cabra, la acercó claramente al estilo sevillano en detrimento de la formas tradicionales locales. Como señala acertadamente el investigador José Garrido, aparte de sus sentimientos religiosos y su loable labor caritativa y piadosa, la Vizcondesa de Termens con su apoyo a las parroquias, a la Virgen de la Sierra, y a las cofradías de Semana Santa, quería manifestar públicamente su ascenso y categoría social, emulando de esta forma el papel que hacían igualmente otras familias distinguidas en aquella y otras ciudades, como por ejemplo los Montpensier en la propia Sevilla.

La cofradía de Nuestra Señora de las Angustias desde 1918 se venía procesionando gracias a los esfuerzos de un nutrido grupo de jóvenes estudiantes, hasta que en 1928 aquellos cofrades requirieron públicamente que doña Carmen Giménez se hiciera cargo de la hermandad. Algo insólito en la mayoría de las cofradías de Andalucía de aquella época, dominadas en exclusividad por los hombres. Así lo comentaba el periódico La Opinión en su número del 26 de febrero de 1928:

La Sra. Vizcondesa de Termens ante los ruegos y excitaciones de varios cofrades, accede amablemente, a ser Hermana Mayor de la cofradía de las Angustias y del Santo Cristo de la Expiración. Esta escultura de tamaño natural, que dicha señora ha traído para la capilla de su casa, resulta por la pureza de líneas y expresión suprema de angustia del rostro de la Imagen, una obra del arte religioso de gran mérito...

Así el Cristo de la Expiración saldría por primera vez en la Semana Santa de 1928, dándose la circunstancia de que al no poder hacerlo por la lluvia el Viernes por la noche junto a las Angustias, ambos pasos lo hicieron de forma extraordinaria en la tarde-noche del Sábado Santo. Los hermanos de las Angustias llevaban en aquel tiempo túnica blanca, capa morada, cíngulo de esparto y sandalias; mientras que los cofrades del la Expiración vestían antifaz y túnica negra, capa blanca, cordón trenzado blanco y negro a la cintura, y zapatos de charol con hebilla.


Para procesionar el nuevo misterio del Cristo de la Expiración conocido como El Calvario y formado con el crucificado del valenciano Pio Mollar Franch, las imágenes de S. Juan y la Magdalena del granadino Navas Parejo y una Dolorosa del egabrense Campos Serrano, su fundadora y Hermana Mayor, Carmen Giménez Flores, adquirió en Sevilla un paso tallado en madera sobredorada y policromada, de dos cuerpos con figuración vegetal entre molduras rectilíneas y crestería. Además este trono tendría otro gemelo, el paso de la Virgen de la Angustias, adquiridos ambos al taller sevillano del escultor Antonio Infantes Reina. Los nuevos pasos se portarían con costaleros, como en la mismísima Sevilla, y se estrenaron junto a ricos enseres ese año de 1928, lo que sirvió de acicate pare mejorar a otras muchas cofradías egabrenses. Estos históricos pasos afortunadamente aún se conservan y participan en los desfiles procesionales de Cabra.

Después de su fallecimiento en 1938, sus descendientes se harían cargo de aquellas cofradías durante algunos años más. Desde 1939 a 1941, su sobrino político, Manuel Megías Rueda sería hermano mayor de la cofradía de las Angustias y de la Expiración, como una misma corporación. Y a partir de 1942 hasta 1953, separada ya de la de las Angustias, la cofradía del Cristo de la Expiración estaría presidida por José María Muñiz Gil, casado con Mercedes Von Schmiterlöw Giménez y por entonces vizconde de Termens.

Una cápsula o caja del tiempo en el Santuario de la Sierra


Una cápsula, tubo o caja del tiempo es un objeto o recipiente hermético construido con el fin de guardar mensajes y elementos del presente para que sean encontrados por generaciones futuras. Aunque esta expresión (time capsule) es relativamente moderna, las cajas o cápsulas del tiempo, siempre han sido práctica frecuente especialmente relacionadas con la construcción de edificios importantes o monumentos. Hace un par de años, enterrada bajo una estatua de Cervantes en Madrid se descubrió una caja de cobre fechada en 1834, con cuatro tomos del Quijote, un libro de la vida de Miguel de Cervantes y otras publicaciones e informaciones de quienes costearon aquel monumento.

En esta particular tradición o práctica de comunicación con la memoria del futuro también Carmen Giménez realizó sus propias aportaciones. Desde 1909, la Vizcondesa de Termens venía costeando todos los gastos del pintado del camarín de la ermita de la Virgen de la Sierra, que se estropeaba constantemente a consecuencia de la humedad del viejo edificio. Ante estas circunstancias que ponían en riesgo la conservación de la imagen religiosa, la Infantona, optó finalmente, por una intervención arquitectónica a fondo con el fin de acondicionar definitivamente dicha estancia. En un artículo titulado: “Las obras del Camarín de Nuestra Excelsa Patrona María Santísima de la Sierra”, publicado en La Opinión en octubre de 1927, se expresaba claramente la importancia de aquellas obras:

(...) Su utilidad es tanta, que salta a la vista la urgencia de ellas; del dominio público era, y es, el mal estado del Camarín por su antigüedad, defectos de construcción y de conservación. Podridos y desprendiéndose, se hallan los revocados de yesos hechos allí en diferentes ocasiones con resultado negativo, porque el yeso no sirve en las alturas; era urgente, por tanto, llevar a cabo una reforma con materiales propios para resistir las humedades de las nieblas y bajas temperaturas de la montaña.

El proyecto de reconstrucción del camarín de la Virgen de la Sierra se aprobó el 6 de septiembre de 1927, en un almuerzo ofrecido por Carmen Gíménez en el mismo santuario y al que asistieron: el arquitecto, Enrique Daverio; el empresario marmolista, Antonio Pastor Piedra; el maestro de obras, Eduardo Cruz; el sacerdote, Pedro Pedrosa; y por parte de la cofradía, Valerio Moreno, y el hermano mayor, Manuel Mora. El 20 de septiembre, se firmó la contrata de las ”obras de consolidación del camarín de la Virgen de la Sierra” , que ascendían a 7.100 pesetas y a realizar en un plazo de dos meses.

Las obras comenzarían con el acto de colocación de la primera piedra por parte de su promotora y la introducción de un tubo o cápsula del tiempo; en el acta de aquel extraordinario acontecimiento se dice los siguiente:

En el Santuario de Nuestra Señora de la Sierra, extramuros de la ciudad de Cabra, a doce de Septiembre de 1927, siendo la hora de las 10 de la mañana, estando presentes la Excma. Sra. Vizcondesa de Termens, que costea las obras, el hermano mayor de la Cofradía de la Virgen de la Sierra don Manuel Mora y Aguilar, el maestro que dirige los trabajos don Eduardo Cruz López, el Santero Antonio Sabariego López, los albañiles y arrieros que trabajan en las obras y otros devotos que habían subido a cumplir promesas, se procedió a la colocación de la primera piedra del paramento exterior del mencionado Camarín; lado Norte del edificio.

En un hueco hecho al efecto por el maestro don Eduardo Cruz López , la Sra. Vizcondesa colocó una piedra y sobre ella, acomodó el tubo de cristal lacrado, dentro del cual va un ejemplar de este acta firmado y rubricado por todos los presentes, varias monedas de plata y de cobre con el busto de S.M. el Rey Don Alfonso XIII (q.D.g.) y un ejemplar del periódico LA OPINIÓN y otro de "El Popular" del mes y año corrriente. También se incluyen números de los periódicos de Córdoba, "El Defensor", "El Diario" y "La Voz". Después de lo cual, la señora Vizcondesa puso la piedra que cubre el tubo aludido, echando sobre ella varias paletadas de mezcla; en cuyo momento emocionante y solemne volteaban las campanas y los fieles daban vivas a la Virgen de la Sierra y a las obras de Camarín, felicitando a la Sra. Vizcondesa de Termens.

Y aunque las cápsulas o cajas del tiempo son objetos a recuperar en el futuro, con el paso de los años la mayoría se convierten en elementos desaparecidos, y que siempre sorprenden a quienes los encuentran casualmente. La caja o tubo del tiempo de la Vizcondesa de Termens del Camarín de la Virgen de la Sierra, de momento sigue en su sitio, y quien sabe si en el futuro quien sea que lo encuentre, también pueda relacionarlo con este comentario:
nihil perpetuo durat.

Mariano Benlliure y el bronce del infante

En 2012 se cumple el 150 aniversario del nacimiento de Mariano Benlliure y Gil (1862-1947). Benlliure es el gran representante de la escultura española del siglo XIX, aunque muerto a mediados ya del presente siglo, en su obra plasma el último realismo decimonónico, el eco expresivo de Rodín, sigue a su manera postulados decorativos modernistas y, sobre todo, se convierte, como advirtiera el marqués de Lozoya, en el "escultor" por excelencia de la sociedad aristocrática y burguesa española del cambio de siglo. A a la que Benlliure supo inmortalizar en retratos ágiles, convirtiendo sus palillos de modelar en instrumentos de la historia reciente de España.

Desde 1874 a 1946, se acumularon en el taller de Benlliure centenares de encargos oficiales y particulares, cualquiera de los cuales bastaría para enaltecer una vida. Así se refiere el periódico Corriere della Sera, de Milán, del 5 de octubre de 1926, sobre este aspecto:

"¿Cuántas estatuas ha traído al mundo don Mariano? Ni él mismo lo sabe. ¿Mil? ¿Dos mil? ¿Tres mil? ¡Quién lo sabe! Seguramente forman varios regimientos... toda una Humanidad de bronce y de mármol. Nunca las ha contado, y ni menos puede recordarlas todas."

Entre ellas algunas muy obras conocidas frente a otras prácticamente desconocidas, como el retrato del infante don Antonio de Orleáns, del que aportamos un nuevo documento inédito, el recibo autógrafo de Mariano Benlliure sobre su realización que se conserva en el Archivo Orleans-Borbón en Sanlúcar de Barrameda:



“He recibido de don Vicente Buendía por orden de S.A.R. el Srmo. Señor Infante de España Don Antonio d´Orleans la cantidad de quincemil pesetas por los dos bustos de S.A. en bronce ejecutados por mi.
Madrid 27 de Enero de 1909.
Mariano Benlliure (rubricado)”


De las dos copias de bronce que refiere, una de ellas se conserva en un porche de la hacienda del Botánico de Sanlúcar de Barrameda; y doña Beatriz de Orleáns-Borbón y Parodi Delfino, cuando le comenté lo extraño que me resultaba ver aquel espléndido retrato de bronce del infante don Antonio en un rincón, casi escondido, me dijo de forma espontánea y expresiva: ¡Ahí está,... castigado¡

Ese día de principios del verano de 2006 en el Botánico, se presentaba “Los Infantes de Andalucía” del escritor barcelonés Ricardo Mateos Sáinz de Medrano, investigador al que admiro y buen amigo que me regaló el magnífico prólogo de “La Infantona”.

El Toisón de Oro


D. Juan Carlos I ha hecho entrega hoy de la máxima distinción real, el Toisón de Oro, al presidente de Francia, Nicolás Sarkozy. La Orden del Toisón de Oro fue creada en 1430 por Felipe III, Duque de Borgoña, con motivo de su matrimonio con Isabel de Portugal. Y pasó por el matrimonio de su nieta, la duquesa María con el Emperador Maximiliano de Austria, a su nieto Carlos I de España y V de Alemania. Desde entonces, los Reyes de España son los Soberanos y Grandes Maestres de la Orden.

Antonio María Luis Felipe de Orleáns y Borbón, también fue caballero de la Orden del Toisón de Oro. En su caso un nombramiento concedido con fecha 16 de febrero de 1886 por la regencia de la reina María Cristina. Una distinción que había solicitado insistentemente el duque de Montpensier en tiempos de su hija la reina Mercedes y que finalmente le fue concedida al infante veinte días antes del matrimonio con su prima la infanta Eulalia impuesta “por razones de estado” por el propio rey Alfonso XII, pendiente del alumbramiento de su hijo póstumo.

Nuestro interés por esta condecoración viene dada además porque también su collar formó parte del patrimonio perdido por el príncipe de Orleáns. Así el periódico ABC, del 24 de noviembre de 1925 publicaba lo siguiente:

Denuncia por robo a un infante.
Sanlúcar, 23, 2 tarde. El infante D. Alfonso de Orleáns ha denunciado la desaparición de su palacio de Sanlúcar, de un cuadro y varios tapices y joyas, así como la substitución en un toisón se oro de la piedras preciosas por piedras falsas. Calcula lo robado en tres millones de pesetas.
Se sabe que desde 1905 a 1914, el infante D. Antonio y Carmen Giménez habían ido amueblando distintos inmuebles en París, Estocolmo y Cabra con numerosos objetos procedentes del palacio.


Ante esta situación, en 1925, se presentó ante el Juzgado de Sanlúcar de Barrameda una denuncia por parte del infante don Alfonso de Orleáns y Borbón, que conocemos como SUMARIO Nº 100 “Sobre hurto de muebles, alhajas y otros objetos del Palacio Orleáns-Borbón”.

Como se deducirán de varias declaraciones y registros fueron muchas las piezas valiosas que salieron del palacio ducal de Sanlúcar. El 21 de enero de 1926, a la vista de la información pericial practicada en el proceso de investigación judicial se determinó que la valiosa pedrería que adornaba el collar del toisón del infante era falsa.

Se da la circunstancia de que los collares son propiedad de la Orden y deberían ser devueltos a la Casa Real a la muerte de cada caballero. Desconocemos que pasaría finalmente con el collar de Antonio de Orleáns, pero probablemente después de su recuperación pasaría a manos de su hijo el infante Alfonso quién también fue nombrado caballero de la Orden del Toisón de Oro, concretamente el número 1.121; siendo el último nombramiento de caballero de la Orden el referido de Nicolás Sarkozy que sería el número 1.199.

Si le interesa este tema no deje de visitar en la Fundación Carlos de Amberes de Madrid la exposición “ LA ORDEN DEL TOISÓN DE ORO y sus soberanos (1430-2011)” hasta el 26 de febrero de 2012. (http://www.fcamberes.org/)

Un miembro de la Familia Real condenado por la Justicia


Podría parecer el vaticinio de la sentencia del actual caso Urdangarín, pero en realidad se refiere a la condena al Infante D. Antonio de Orleáns en un caso de estafa, el primer miembro de la Casa Real condenado en los tribunales.
Otra triste página de la historia de España, que nos hace ver, salvando el tiempo y las distancias, que la historia se repite…

En el año 1910 un industrial francés llamado Emile Mayen entregó al infante de España, Antonio de Orleáns la cantidad de un millón y medio de francos para formar una sociedad económica, cuyo objeto sería la explotación agrícola del Marruecos español. En esta sociedad el infante, miembro de la Familia Real, se comprometía a aportar en concepto de garantía, el producto de la venta de sus bienes situados en el ducado italiano de Galliera.

Paso el tiempo y el proyecto de sociedad no pudo llevarse a efecto, y lo peor, el señor Mayen no pudo recuperar el dinero que le había entregado al príncipe español.

En vista de esta situación el industrial francés llevó a los Tribunales al infante don Antonio, viéndose la causa en la audiencia del Sena, la cual dictó sentencia con fecha 4 de febrero de 1925, condenando a D. Antonio de Orleáns y Borbón por apropiación indebida a devolver la citada cantidad de 1.500.000 de francos al empresario francés que se los había adelantado quince años antes.

(La foto que encabeza este comentario es una imagen inédita de Antonio de Orleáns en compañía de su perro y que formaba parte de los recuerdos personales e íntimos de Carmela Giménez, la Infantona)